martes, 10 de noviembre de 2009

Ídolos con pies de barro

¿Habrá alguna vez Morrison participados de movidas tránsfugas de esas con cortada de cola y quedándose con el vuelto?¿Habrá Bonham reído tan fuerte de las ingenuas bromas de sus amigos al punto que a todo el mundo desagradara con el timbre de su voz? ¿Habrá Neruda destruido las ilusiones de alguna pasajera mujer con palabras secas, crueles y sin metáforas?¿Habrá Jagger y Ritchards tratado de golpear a un pobre inocente solo porque que les molestaba su forma de vestir tan sobria?¿Habrá Cobain vomitado en la alfombra nueva de la madre de su mejor amigo?¿Habrá Lennon y McCartney discutido odiosamente entre ellos al punto de provocar la estampida de todos los comensales?¿Se habrá robado Elvis todas la botellas del bar de algún hotel de las Vegas mientras escapaba por la ventana sin pagar? ¿Habrá Allende tratado de roto y picante a un pobre mendigo que en la desgracia golpeo su puerta por limosna?¿Habrá la Madonna amanecido hediendo a semen y con un gusto a tabaco y culo en la boca?¿Habrá Janis despertado con sus vestido cagados luego de no poder controlar el esfínter en una noche de bacanal alcohólico?¿Habrá Mercury acosado a algún fan adolecente hasta hacerlo dudar de su sexualidad para luego sodomizarlo de las peores formas posibles?¿Se habrá Dalí apropiado de las pinturas de sus aprendices para luego firmarlas y decir que son de él? ¿Habrá Gorbachov pensado que la mejor solución era apretar el botón rojo?¿Habrá alguna vez la Madre Teresa sentido deseo y ganas de tocarse abajo mientras le daba de comer a un delgado, tierno y desnutrido niño?

¿Se habrá arrepentido Dios de nosotros alguna vez?

¿Habré cometido algún error en mi vida?

miércoles, 28 de octubre de 2009

Rapsodia de un racconto

Aún puedo recordar el temblor en mi espalda, amoratada por las horas de viajes cuando el silbido de la lluvia me llamó en mi traje de música para volver.
Para volver a las fauces del lobo, para volver a las patas del caballo. Porque entre la excitación del retorno sabía que te podría encontrar y tal vez no fueras tú.
Tú, amante calida de abrazos siniestros, tú que mas que mi compañera eras mi apoyo, mi bastón deslucido entre las ecos del golpetear incesante de las lagrimas caídas del cielo. Yo que mas que hombre era un niño perdido en tu regazo, yo que mas que amante era un bebe ansioso de tus pequeños pechos que me entregaban la leche calida de tus abrazos. Por eso la tarde en que me negaste y que tus abrazos se volvieron de piedra me fui desmembrando por Avenida Providencia, que podría ser la Avenida Alcortacicatriz. Que mas da donde fuera, encapuchado en mi chamarra ahogando mis lagrimas como si fuera un desahogo interno, un pena tan mía que no quería compartirla con nadie. Ni siquiera contigo. O tal vez solo contigo y por eso esperé a que llegaras a rescatarme al Terminal sur, a ese puerto maldito que durante horas fue testigo de mi desilusión. Pero nuevamente el puente se rompió y te vi desaparecer por entremedio de las ciudades y pueblos que me rescataron.
Y fue así, salvado de la vorágine pero con el corazón en un hilo, que descargue mi equipaje de vuelta en Valdivia. Con el temor cierto de verte. Y así fue…
Pero no vestías tu traje de mujermacho sino una sonrisa melancólica con la piel desgarrada a la salida de un supermercado. Y tu pelo ya no era corto ni tus colores castaños sino de una fuerte azabache. Una cascada de la cual me prendí nuevamente y que me bañe dejándote entrar como el agua que limpia la piel por las mañanas, dejando nuestros cuerpos conocerse como me pediste, perdiéndote nuevamente por las calles del parque Bustamante solo para reconocer ilusamente en mi vigilia que esta vez no te dejaría escapar. Y te salí a buscar y te encontré vestida de mi duelo cruzando los semáforos de Valparaíso. La cuna de las ilusiones bizarras con esa escalera hediendo a orines donde el amor eterno afloro desde nuestros labios como si fuera una declaración sin palabras. Y luego el tranquilo despliegue de las olas sobre las playas del Quisco como el vals en una luna de miel, como la firma de un pacto implícito que pensamos nunca acabaría. Pero no fue así, porque esta historia tú y yo sabemos que jamás tendrá fin. Así fue como el mismo día que te conocí te deje partir para perderte y esta vez no fueron tus abrazos de piedra sino tus ojos de medusa los que me transformaron a mí en piedra ardiente. En lava volcánica a punto de explotar, emergiendo desde las profundidades de la tierra, quemando todo a mí paso solo para revivir en el alba de una mañana de resurrección.
Y ahí me volví para mirar hacia atrás y de nuevo estabas tú. Esta vez entrando impaciente en mi vida, vestida de pequeño jilguerillo cantante en el amanecer de mi ventana. Y nuevamente te deje entrar en mi ilusión y en nuestra sorpresa. Y deje que mataras mis monstruos y que me miraras desde la palma de tu mano. Y deje que te alojaras en el pequeño nido de mis abrazos. Y renací aun sabiendo que no estaba listo para volverte a tenerte, aun sabiendo que en mi corazón no se apagaba el fuego del último odio que me entregaste. Y nuevamente desafié el destino para encontrarte donde jamás te podría encontrar, en la realidad de mi volcán herido estallando desafiante, solo que esta vez con una fuerza que estaba cansada por dentro y que no me dejó renacer. Y me volví a dormir en los placeres.
Internamente volví a dormir. Un sueño inquietante cuando nuevamente el sur alargo sus brazos exigiéndome el diezmo que se merecía. Y ahí temeroso me volví a entregar a tu olor de fresa y tus rojos colores. Solo que esta vez tú historia ya es conocida para mí. Solo que esta vez mí corazón quizás si aprendió la lección de que no debo tratar de atraparte ni dejar que la trilogía maldita me llene con sus acordes de ilusión-distancia-ansias. Solo que esta vez no te dejo con el odio de mi volcánico corazón sino con la esperanza de los hechos consumados.
Solo que esta vez nuevamente estoy solo esperando en mi soledad a ti, que siempre has estado dentro de mí y que jamás me has dejado y que de tanto buscar tal vez olvidé que vivías adentro...muy adentro mío.

sábado, 24 de octubre de 2009

Canción Erotico-Gay

Deseo
Tomarte del cuello como una guitarra
Y deslizar mis dedos sobre tu cuerpo

Ansió
Soplar tus labios como una flauta
Y sobre tu espalda poner los agujeros

Anhelo
Ponerte entre mis piernas como un chelo
Y abrazarte mientras froto tu estomago

Desespero
Por golpearte encima como una batería
Y entre mis piernas rozar tu entrepierna

Quiero que me penetres
Como la música
A mis oídos

La muerte del matador

El toro resopló con fuerza por su nariz tratando de recuperar el enfoque de sus ojos cansados de dolor. Sus músculos se contraían evitando los espasmos que debilitaban su postura. La sangre derramada en su cuerpo hacía brillar su pelaje azabache bajo la luz enceguecedora del sol sobre la plaza de San Marcos. El último tercio estaba por concluir.
El matador hizo una pirueta delicada (casi femenina) y agitó la muleta. Desde el estaquillador el pañuelo rojo osciló como una bandera. La bestia, motivada por la acción de los colores, lanzó un bramido y se abalanzó sobre el espigado contrincante. Las banderillas enterradas en su espalda se arrastraron contra el viento como una cometa de colores buscando levantar el vuelo desde la densa mancha de sangre en su espalda. El matador esperó pacientemente la embestida y cuando terminó de medir al animal, desplegó desde la muleta el estoque listo para ejecutar el pase mortal. La fina hoja atravesó la espalda del toro de manera impecable y el público pensó en un extasiado final de la lidia. Pero aún quedaba algo por decir. Porque en el momento justo que el toro sentía como la lengua de acero le besaba el corazón, un espasmo eléctrico que subió por su cuello lo impulsó a girar la cabeza sobre el torero. Sus hermosa ornamenta, heredada de la casta andaluza, se transformó en ese instante en una puñalada que se clavó directo en el estomago de su contrincante arrastrando su cuerpo por todo el largo de la plaza y los intestinos que se empezaban a desparramar desde al herida dejaron una estela de sangre en su camino. Los espectadores apagaron un grito de desesperación. El toro se giró sobre si mismo mirando el cuerpo casi inerte del matador y exhalando un nuevo resoplo se dejó caer sobre la arena tibia de la plaza.

El poeta

Se paró frente a los micrófonos y la multitud enamorada que esperaba el dulce bálsamo de sus palabras. Se mojó los labios y aspiró una gran bocanada.
Y dijo.

“Nada de lo que ustedes han escuchado de mí es real. Nada de lo que he escrito tiene siquiera alguna relación con la realidad. Nada, de lo que han leído por mí, ha sido una experiencia cercana a la realidad.
Todo lo que ustedes creen que soy es mentira.
Todo ha sido creado por mis ansias de ser alguien.”

Y giró frente al estupor del público para esconder una sonrisa.

Testimonio Abismal

Adorada mía.

Escribo esta carta como un mudo testimonio del miedo que me tiene al borde de la razón. Estoy prisionero pero no sé bien desde cuando ni sé bien como. Solo sé que mi jaula no es física y que jamás volveré a ser el mismo. Hoy lo he vuelto a ver y fue tan real que parecía un sueño. Sus pupilas abrazaban mis ojos y mis cansados pies parecían flotar sobre el suelo al ritmo de su respiración, como si toda la energía de mi cuerpo quisiera hacer un inútil intento de escapar. Su hedor me impedía mirar su aspecto humanoide con detalle y el asco me imprimía gestos impulsivos en todos los músculos de mi cara. Sonreía como si disfrutara ver mi agonía inerte y sus ojos rojos de una profundidad oscura se alimentaban de mi temor hasta que un destello fino y frio como una aguja bajó por mi medula y estalló en mis caderas encendiendo mis entrañas en una sensación nauseabunda y dolorosa. He visto su sombra burlarse compulsivamente de mí y correr desafiante por las paredes. He sentido el horror de mudos compañeros de celdas imaginarias y desde las cuales he escuchado los gritos de sus voces solitarias retumbando en las esquinas de las paredes de túneles siniestros y oscuros.
Mi corazón y mi mente ya no están en el mismo lugar, por eso hoy haré el último intento de enfrentarlo. No puedo seguir creyéndome capaz de escapar sin intertarlo. Debo hacerlo, lo haré al amanecer, un último intento aunque sea por el abismo de la ventana…prefiero morir antes que dejar que la bestia me domine nuevamente. No quiero seguir siendo el alimento de sus esclavizantes dolores.
Peor será si sobrevivo pues sé que será para el.
No quiero volver a alimentarme de ti, ya no mas.
Lamento no volver a ver tu hermoso rostro por la mañana pero si sobrevivo a esto no me volverás a ver jamás.
Ya no soy el mismo. Ahora soy su hijo.

Pero siempre te amaré

Flavio

Nada más que un juego.

Nada, lentamente la idea de la nada se colaba en su mente. Nada, una imagen en su cabeza que se perdía, volviéndose acuosa, dilatada hasta volverse nada. Una nada oscura y envolvente capaz de aniquilar cualquier sensación de algo, de lo que fuese. Se sintió triste y melancólico. Los árboles con su olor a húmedo, la luz del atardecer colándose entre las nubes y el verde siempre eterno del pasto. Todo aquello que alguna vez le hiciera sentirse capaz, generoso e inspirado, ahora lo hacia sentirse nada. Ni siquiera el canto de los pocos pájaros que desafiaban al frío con su trino tremebundo lograba rellenar la nada.
Nada, era como si su alma se hubiera vaciado y no fuera más que nada. Intentó inútilmente escribir las ideas sueltas que se le vinieran a la cabeza, pero nada. No había ideas. La nada se arremolinaba frente a su existencia como un torbellino que lo atrapaba y lo empujaba al vértice. Pensó entonces en lo fácil que antes le había sido escribir. Era capaz de escribir una novela en menos de una semana y eso lo hacia sentirse satisfecho y no solo a él, si no también a los editores y a los críticos que lo trataban como a un genio. Mas que mal escribía fantasías desde pequeño, desde antes de ingresar a la literatura formal.
Todo había pasado tan rápido hasta que logró armar su obra maestra. No era un cuento, no era una novela, era una obra maestra. Tres tomos, doscientas veinte paginas completas cada uno. Los críticos la habían amado. La parsimonia de las frases, las metáforas exactas, los acontecimientos, todo encadenado en la justa medida como si fuera parte de la realidad misma. De su realidad. Al terminar de escribirla sintió que su trabajo estaba terminado, incluso sintió miedo que al enviar el documento a corrección los editores (malditas ratas) pudieran destruir la continuidad y la armonía de su obra. Pero no, los correctores la devolvieron intacta y llena de elogios. Se imprimieron los textos en menos de una semana y a los pocos días fue éxito de ventas. Después de eso (y durante más de un año) no se hizo otra cosa que hablar con satisfacción de su libro, lo entrevistaron en los diarios y en la televisión, asistió a programas y charlas en universidades y hasta el presidente lo invitó al palacio de gobierno. Durante todo ese tiempo la gente lo reconocía en la calle, lo saludaban, le pedían autógrafos, bendiciones y consejos. Los escritores desconocidos le mostraban sus ideas. Pero nadie, nadie le pedía que escribiera. Ni siquiera el mismo se pedía eso. Hasta ahora, aquí en este banco de la plaza, abordado por la nada, no había comprendido que ya lo había dado todo.
Se recostó en el banco y dejó que la luz del moribundo sol le calentara la cara. La sensación lo hizo sentirse pequeño y se acurrucó en el banco hasta quedar en posición fetal. Se llevó el lápiz a la boca como si fuera un chupete y jugó a sacarle fibras de madera con los dientes hasta que se quedó dormido. El frío de la noche lo despertó. La oscuridad caía sobre la ciudad como una nada gigantesca. Entonces decidió salir a caminar para calentar su cuerpo, se sentía vacío y helado. Camino largo rato hasta que se detuvo frente a un local que tenía un gran cartel que decía “Restaurán el Hoyo”. La aberración en la escritura le motivó a entrar al local. Era un lugar lúgubre, iluminado por pequeñas lámparas rojas que colgaban del techo dándole un toque carmesí al lugar. Varias mesas sucias y vacías estaban repartidas desordenadamente. En una de las mesas cuatro personas fumaban, bebían y jugaban con las cartas. En el bar un anciano delgado y de blanco delantal limpiaba vasos con un trapo gris. Se sentó en uno de los pisos apostados en el bar.
-¿Desea algo joven?- le dijo el anciano.
-Si, un café por favor.
-No tenemos, pero si quiere algo para el frío le ofrezco un whisky. No se arrepentirá- le dijo guiñando el ojo.
-Está bien, creo que me servirá- le respondió sonriendo.
Miró alrededor mientras bebía su trago y observó a los jugadores. Sus caras cansadas, presumiblemente de agobio, por una dura jornada de trabajo dejaban filtrarse una luz de felicidad por el descanso que les provocaba el simple hecho de sentarse a jugar para pasar el tempo. Algo que él nunca había hecho, siempre estaba escribiendo, era lo único y lo mejor que sabía hacer. Al ver las caras de los jugadores sintió que aquello que le faltaba era justamente lo que lo había consumido hasta dejar sus ideas y su vida sumidas en la nada.
Antes de poder continuar con sus cavilaciones sintió a uno de los jugadores que lo llamaba.
-¡Ey! ¿Quieres jugar con nosotros?- le dijo –Nos falta uno para la mesa. No te preocupes no estamos apostando, solo pasamos el rato.
Se levantó automáticamente y se dirigió a la mesa.
-Pero no sé jugar…
-No es importante, el juego es simple y es solo por diversión.
“Solo por diversión” pensó y recordó que jamás había hecho el simple ejercicio de hacer algo solo por diversión. Siempre había estado rodeado de gente que le pedían que hiciera cosas útiles. Gente que lo valoraba por sus capacidades y le exigía, gente que lo admiraba y lo reconocía. Y ahora se encontraba ahí, rodeado de seres que ni siquiera sabían quien era él. Peor aún, así se sentía cómodo. Se estaba divirtiendo.
-Bueno, la cosa es simple: hay que contar los números de las cartas y… siéntate y te explicamos- le dijo mientras le mostraba una silla vacía -Por ser primerizo te daremos la misión de contar los puntos mientras aprendes y a la siguiente ronda juegas con nosotros. ¿Sabes escribir, no es cierto?

Sonrió y miró a los jugadores
-Sí, creo que si sé- respondió con una sonrisa y se sentó a la mesa.

Fetiche

Todo ocurrió más rápido que nunca. Estaba sentado en la parte de atrás del bus, era de esos buses orugas y tome la penúltima fila de asientos lo que me permitía quedar en posición contraria a los demás pasajeros y observar los últimos asientos. Era la mejor posición para tranquilamente desmenuzar a Huxley. Estaba entonces sumido en mi lectura cotidiana y casi ni noté cuando subieron al vehiculo, de no ser por le reflejo platinado en el rabillo de mi ojo quizás nunca lo hubiera notado. Y digo nunca con la convicción de que mis palabras son falsas pues cuando el destino se trae entre manos involucrarte en situaciones bizarras no hay nada que te salve, es como si quedaras a la deriva y sin remos en un rio calmo. Sabes que estas bien, te siente a salvo pero aun así no tienes idea donde esas aguas te llevaran, es mas, sabes que bajo esas aguas se esconden piedras que pueden destrozar tu estructura y hacerte precipitar fuera en donde nuevamente estarías a salvo nadando pero la sensación de la proximidad de la inseguridad seguiría revoloteando durante todo el viaje. En mi caso el bote era una cabellera dorada y se subió acompañada por un tipo delgado enlutado en cuero. Se ubicaron en el último asiento al lado de la ventana, llevaba un gamulan gigantesco que le cubría todo el cuerpo y solo dejaba ver sus tacos y su bello rostro. En cuanto ella se sentó comenzó a mirar por la ventana como si su acompañante no existiera. El le hablaba en voz baja y gesticulaba, trataba de justificarse por algo y ella mantenía su rostro impávido frente a la ventana. De repente ocurrió, una lágrima se deslizo desde sus ojos azulados y rodó por sus mejillas hasta acurrucarse en sus labios. Ese momento, que pudo haber sido un momento cualquiera para otra persona, fue para mí el momento culmine, máximo. No se porque pero cada vez que veo a una mujer llorar siento una irrefrenables ganas de abrazarla, besarla y hacerle el amor. Primero con pasión, luego con locura. Entonces la rabia se funde con mis sensaciones porque sé que soy incapaz de mantener la concentración en el acto amatorio. No se si se trata de desinterés (siempre he considerado que el sexo es un momento sin intelectualidad por lo que no me es interesante de ninguna manera) o si tanta lectura ha corroído mi mente hasta el punto de no encontrar satisfacción en nada que sea real. Para mi el deseo es una sensación en mi cabeza irreproducible en la vida real. Pero la verdad no podía quitar la mirad de ese rostro, sus facciones aparentemente duras, escondían detrás una agotamiento intenso. El tipo seguía hablándole cada vez más alto y gesticulando cada vez con más intensidad. La misma intensidad que hacia subir la temperatura de mi sangre y en mi cabeza comenzaban a hervir imágenes donde yo golpeaba con vehemencia al tipo hasta hacerlo caer y luego seguía golpeándolo en el suelo hasta que la sangre salía de su cabeza como una cascada carmesí y en ese instante ella abría su gamulan para mostrar que llevaba un ajustado vestido de latex y ambos, como si fuéramos parte de una orquesta infernal, golpeábamos el cuerpo moribundo hasta transformarlo en un charco de sangre gigante sobre el cual nos abrazábamos y nos revolcábamos y nos besábamos hasta que el sabor salado de la sangre se fundía en el dulce sabor de su saliva y repentinamente nos veíamos desnudos, manchados de sangre, haciendo el amor como dos bestias demoniacas condenadas a la lujuria en el infierno eterno. Esos pensamientos me hicieron despertar a la realidad y observe la escena. El tipo ya no hablaba solo rumeaba unas palabras sueltas y miraba en dirección contraria a la mujer, yo no se como lo hacia pues yo no podía sacarle la vista de encima. El deseo creció, sentí dolor en mi alma por mi cerebro lleno de gusanos dantescos y no aguanté más y de un salto bajé del bus en la primera parada que vi. Ahí, apoyado sobre un teléfono publico, vomite mis pecados digeridos en forma de desayuno que había sido la única comida que había tenido en el todo el día. Me sentí sucio e impotente y estuve a punto de lanzar un grito al infinito cuando sentí un golpeteo en el suelo detrás mío, gire mi cabeza y la vi que se había bajado tras de mi, comenzó a caminar y el golpeteo de sus tacos en el suelo me invitaba a seguirla, primero autómata luego me di cuenta que a cada paso que ella daba, a cada sonido de sus tacos sobre el suelo me sentía más excitado. Me imaginé estar tendido en el suelo frene a ella mientras sus tacos marcaban sus pisadas por todo mi pecho, por mi ombligo y finalmente por mi miembro. El solo imaginar el dolor de la escena me hizo sentir una ráfaga de calor intenso que me recorrió entero pero que finalmente se concentró en mi entrepierna. Ella noto que yo estaba detrás, giró y me miró. Su rostro seguía impávido y la lágrimas le seguían corriendo por sus mejillas
-te sientes bien- le dije casi automáticamente
-No…- me dijo y se puso a llorar.
No se de donde salieron mis fuerzas pero me acerque rápidamente a ella y la abrace. Quedamos en una perfecta sincronía entre sus hombros y mis brazos, pero yo no podía alejar de mi mene la idea de sus tacos pisando por todo mi cuerpo. Eso mezclado con la ternura de la escena me provocó una erección como hace tiempo no tenía. Y se que no fui el único que lo notó. Ella me miró y yo sin saber como, la bese fuerte como nunca había besado a nadie.

Pisadas

No entiendo por qué tengo que seguir los mismos ritos, vagar, pisadas, bordes. Por qué siempre los mismos estímulos. Es como un mantra corporal, como un yoga visual en el cual soy capaz de desarrollar percepción y abstracción al mismo tiempo. Incluso las interrupciones son cotidianas, siempre al principio y al final. Y una canción, la banda sonora no son las pisadas, sino la primera canción. La audición, el silencio. El silencio concebido como el relleno del sonido. Rellenar la música con silencio y no el silencio con música. Así como en el Japón se habla del MA y LaoTse diciéndome “las paredes y ventanas forman la casa pero la esencia de la casa es el vacío en su interior”. El vacío, el vacío puro. Estado dominante de transmutación. Efecto del destino, del silencio, del cotidiano. El mundo forma una espiral. Caminando por el borde y tratando de no pisar las líneas. Manías cotidianas. Que hunden el reflejo interior en el exterior. En mi interior. Sin inicio o fin, solo un camino con interminables dicotomías. Hasta hacer estallar la catarsis en la conciencia. Una sensación pura y blanda. No puedo evitar recostarme al pensar y a veces me quedo dormido para entrar en mi mente en forma de sueño que nunca puedo recordar. En donde las soluciones se funden con los problemas.
Por eso nunca logro obtener una conclusión de nada.

El guardián

En cuanto lo vi supe que no lo lograría. La micro ya había comenzado a cerrar sus puertas. De todas maneras trató de escabullirse entremedio de las puertas traseras. No lo logró. Las puertas se le vinieron encima dejándolo semi-atrapado entre éstas y el fierro central que sirve como apoyo de la escalera. Pero el hombre no vaciló. Moviéndose con toda su fuerza empuja la puerta derecha hasta mantenerla abierta y ágilmente se desprende del fierro mientras la otra puerta se cierra de un golpe espectacular producto de la hidráulica. Luego suelta la puerta que él mantenía sujeta y se libra del embrollo de un par de saltos quedando parado en el centro del pasillo del vehículo. Yo lo quedó mirando desde mi posición en el último asiento de la esquina derecha. El también me mira y nuestras miradas cruzan una sonrisa. Lleva una chaqueta azul marino y debajo de ella un grueso chaleco de lana. En el brazo izquierdo lleva una caja con Mantecoles. Sus ojos están rojos y su sonrisa dilatada. Él baja su mirada y se acomoda su gorro pescador que tiene estampado alguna insignia de alguna universidad de algún país. Terminada su labor busca en la mochila que lleva en la espalda y saca una bolsa llena de caramelos que ubica geométricamente en el único espacio vacio entre su brazo y la caja de Mantecoles. Entonces comienza su predica.
“¡tresdulcespocienmantecol
acieeeen!”, “¡tresdulcespocienmantecolacieeeen!” y lo repite avanzando por el vehículo con la agilidad del pregonero de la glucosa. Pero nadie compra.
Llega hasta el principio del bus sin suerte y gira para devolver su camino. A pesar de estar completamente absorto con la escena, despierto y comienzo a buscar en mis bolsillos, solo tengo un billete de mil. Levanto la mano para llamarlo, el tipo se me acerca con mirada ansiosa y le entrego el dinero.
-¡Quiero Mantecol!- dice en mis labios mi niño interior.
-¿Toda la plata?- me dice con una sonrisa ambiciosa. Me quedo pensando un rato pero luego respondo afirmativamente.
-uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueveeeeee y diez- dice mientras me va pasando el cargamento azucarado.
-¡Deberías haberme pasado una bolsa!- le digo sorprendido por la invasión de infancia.
-¡No tengo jefe, pero le voy a buscar altiro!- replica.
-ja ja ja no te preocupes- le digo mientras guardo uno a uno los paquetes en mi bolso. Me agradece. Mete la mano en la bolsa de dulces y saca dos calugas, una verde y otra azul.
-Toma, ahí va la yapa- me dice mientras me pasa los dulces.
-Gracias, pero no es necesa…- no alcanzo a terminar la frase cuando me doy cuenta que la micro se ha detenido y el vendedor, desaparecido por la puerta trasera como un romance de verano. Sonrío y cuando termino de guardar el último botín siento esa misma sensación de cuando estás parado en medio de un charco lleno de sapos. Levanto la cabeza y veo que todo el mundo me está mirando con cara de incredulidad.
-Es que voy a ver a mi vieja y mis sobrinos- les digo mientras me reclino en el asiento, abrazando mi bolso y dejando solo dejando mis ojos a la vista.



El Héroe

Frente al ventanal miró su rostro reflejado. Su actitud era la misma pero algo había cambiado. Antes su piel brillaba con el color cobrizo del sol, pero el tiempo la había vuelto opaca y la había pintado de un color verduzco. Su ropa estaba manchada por sobre los hombros y la suciedad hacía que ya ni se notaran las medallas que colgaban de su chaqueta. Pensó en sus tiempos de héroe, cuando las multitudes lo aclamaban. Ahora ya nadie mostraba el respeto que se merecía. A nadie le importaba su vida y nadie lo reconocía. Incluso, a veces, lo confundían con otros personajes de menor importancia. Ya nadie le traía flores, ya nadie lo iba a visitar. Solo las palomas eran sus amigas, las palomas y los perros vagabundos. La ciudad ya no era como él la recordaba, no había carruajes ni caballos en las calles. Ya no se respiraba el olor de la cazuela ni de los choclos desgranados de mediodía. Ya nadie se sentaba en la plaza a leer o conversar. Solo los mendigos usaban las bancas como dormitorios pasajeros. La ciudad era solo luces, edificios y motores. Y ruido, por sobretodo ruido. Incluso las personas no eran las misma, ya no les importaba la independencia ni la república, solo les preocupaba llegar temprano a sus casas para ver la televisión y descansar. Ya no había el espíritu de la cueca flotando en el aire. Lo único que se mantenía igual era su postura firme, la misma que tenía cuando eliminó la opresión, la misma con la que dirigió los ejércitos libertadores, la misma con la que luchó para que ahora todo sea de una forma distinta a la que es. Se sintió desilusionado. De nada había servido su mano derecha empuñando la espada justiciera, ni la bandera flameando libre en su mano izquierda. “son nuevamente esclavos”, pensó y sintió deseo de volver a librar batallas para liberarlos del conformismo. Pero sabía que eso era imposible. “Algún día volveré a luchar” pensó y su corazón se hinchó. “Algún día los héroes nos volveremos a levantar y volveremos a pelear por un mejor…”, y se detuvo en sus pensamientos. Sabía que eso era imposible.
Para él solo quedaba esperar, esperar a que lo vinieran a liberar de la tumba en la cual se encontraba ahora.

Solo quedaba esperar el día que las estatuas volvieran a la vida.

martes, 5 de mayo de 2009

El dragón y la Princesa

En medio del pánico provocado por la incursión del dragón en el castillo de Lockhard, Jaime, el escritor, levanta la cabeza desde su incomoda posición del asiento del bus. Al mismo tiempo que deja de escribir, observa que repentinamente el vehículo comienza a llenarse de gente pero no se distrae y vuelve a su escritura. Mientras el dragón, brillante de escamas se abalanza sobre la princesa desnuda, siente el roce de las gentes que avanzan hacia las ubicaciones de atrás. Levanta su cabeza y se sorprende al observar que la mayoría de los que suben son ancianas. Entonces baja la cabeza y Elendar logra clavarle a tiempo una estocada en el pie al dragón, la bestia brama con un estruendo que solo podría ser comparable con el empujón que te dan el hombro al pasar y Jaime tiene que dejar de escribir pero no puede, aunque se empieza sentir mal porque la gente mayor necesita el asiento más que el y piensa en ceder el asiento. Se dice a si mismo que él puede retomar la idea después cuando este mas tranquilo, lo cual sabe es completamente falso. Sabe que luego la inspiración se desvanecerá pero insiste en abstraerse de todo desde su lápiz pero ya no recuerda bien como brillaba la espada de Elendar y el temible dragón le parece de plástico y la doncella salida de una película porno. Entonces, mas desilusionado que molesto, se levanta de su puesto. “Tome asiento” dice amablemente a la anciana en frente de él que responde “No gracias, me bajo luego”, “tome asiento” dice repetitivamente a la anciana parada al lado “Nooo gracias, no se moleste usted”. Jaime, sorprendido, gira su cabeza varias veces y le pregunta ingenuamente a la persona del lado contrario “¿Quiere usted sentarse?”. “No gracias, me bajo un poco mas allá. La verdad todas nos bajamos ahí, somos del asilo y venimos de paseo” y sonríe y al mismo tiempo todas las ancianas sonríen maquiavélicamente. La escena es diabólica y Jaime no puede hacer otra cosa que sentarse nuevamente. Estupefacto y atemorizado comienza a escribir la historia de cómo la realidad vestida de dragón ultraja a la princesa de la inspiración

martes, 28 de abril de 2009

El Camello de la Caravana

Parte I: El Camello y el Beduino

-¡Esto es inconcebible! ¡De una inoperancia absoluta!- dice y suelta un golpe firme con el puño sobre la mesa. Una taza de café tiembla y desde el centro se propagan onda con forma de anillo que se mueren al golpear la pared de la taza. La mañana relincha sobre las medallas del coronel y contrastan con su traje gris. La luz se cuela por el recodo de la venta, el único lugar que la cortina no puede tapar. Así como la realidad no puede tapar a la verdad.
- ¿Me esta escuchando Briones o le parezco un payaso?- dice con furia –es usted igual que los pajarones del Estadio Chile, todos impresionados con el pajarito del Víctor Jara ¡Por eso se vuelven pajarones por seguir pajaritos! Miré que dejar libre a ese come guagua comunista del Mímica, el Goyo ¡Si hasta nombre de delincuente tiene!- Yo estoy tratando de seguirle los labios al coronel, me cuadro ante él pero me mira con desprecio y escarba sus dientes mientras desvía la mirada por el recodo de la ventana. Estamos en una de las salas del sector sur del segundo piso del edificio de la EAO (Escuela de Artes y Oficios) que ha sido acondicionada como una escueta oficina. Están todas las ventas tapadas con gruesas cortinas y solo unos delgados rayos de luz se cuelan por la sala como si fueran parte de un caleidoscopio de luz. Solo estamos el coronel y yo, me ha mandado a llamar con urgencia por el asunto del Mímica, no se por qué. Se supone que debería estar encarcelado pero esta libre y el único que estaba en ese lugar en ese momento era yo. ¡Maldición! por qué tienen que andar encarcelando y matando a todo el mundo ¿No pueden simplemente echarlos fuera? mejor pienso en otra cosa. La sala es grande y con el techo alto, hay un estante con armas y un escritorio con una taza de café y un teléfono. El coronel me vuelve a mirar. Tiene la mirada tosca y oscura.
-¡Usted estaba en el Estadio Chile! ¡Cuénteme que ocurrió!-
-Fue una equivocación mi coronel, estábamos llamando a los detenidos por el toque de queda y llevándolo a sus casas y entonces llego el Mímica…- un rudo golpe volvió a sacudir la mesa y el café.
-¡No me diga más!- la expresión de su rostro me empieza a causar miedo, el coronel es un tipo rudo y llevado en sus ideas. -¿Acaso no chequearon los papeles?- me pregunta
-Si mi coronel, lo hicimos pero solo decía que era estudiante de la Universidad Técnica y alumno de la EAO- un nuevo golpe de puño interrumpe mi discurso.
-¡Pero que eso no le parece suficiente! ¡Este lugar esta lleno de comunistas! ¿No le dije ya que estamos llenos de pajarones? Usted adolece de falta de valor Briones, pero ya verá. Le voy a dar una lección que nunca…- el teléfono interrumpe con su ring-ring como si fuera una intervención divina. El coronel me mira fijo a los ojos.
-¡Conteste! ¡Que espera!- me dice y de un sobresalto agarro el teléfono y contesto.
-Aló- contesto -Buenos días-
-Buenos días- dice la voz en el aparato- ¿Está el coronel?-
-Es para usted…- le digo a mi superior acercándole el teléfono. El coronel me lo arrebata de las manos con un gesto rápido y seco.
-¡Es para usted! ¡Es para usted!- me dice con tono burlesco como si fuera mi hermano mayor riéndose de mi juguete nuevo roto. –Obvio que es para mí ¿para quien más podría ser?- dice y sonríe sarcásticamente. -¡Aló!-
“¿Como?”…”¿Donde?”…”Pero que imbécil, tráigamelo inmediatamente para acá”…”no me interesa lo quiero acá, ¿Entendió?” y cuelga el teléfono con fuerza.
-Te salvaste Briones- dice mientras cuelga el altavoz- Lo pillaron al Goyo, estaba en la casa de la polola. Me lo traen de inmediato para acá-. El coronel sonríe pero esta vez con satisfacción. -¡Pololeando estaba el perla!- dice usando el mismo tono de voz burlesco -¡Debería haber arrancado por su vida! Ahora me pertenece. Ya va a ver Briones como se trata con la escoria, ponga mucha atención… ¡y agarre bien ese fusil!- Agarro firme el fusil, me queda mirando profundamente con una sonrisa que le cubre la mitad de su boca.
El coronel me da cada vez mas miedo, parece fuera de sus cabales.
Debo mantenerme firme y no flaquear.
Sobretodo cuando llegue el prisionero.

Parte II: Un Infierno por Destino


La bala clavada en la pared aún está humeante igual que el orificio en el pecho del Goyo. El coronel guarda su arma como una joya, con delicadeza y esmero. Yo sigo congelado como un soldado de plomo. Congelado como el fusil en mis manos, como agujas de hielo que se clavan en mi piel. Que me queman al punto de querer arrojar mi arma al suelo. Pero sé que no puedo. No debo mostrarme débil nuevamente ante el coronel sino puedo terminar como el desgraciado agujereado delante mío.
-¿Aún tienen miedo Briones? ¿Vio que era fácil?-
-sssi…si, mi general-
-¡General! ¿Me subió el rango, sargento?-
Ahí me quedo mirándolo sin poder decir nada.
-¡Cobardes!- dice y se manda un trago largo de café –No se merecen este país ¿escuchó Briones?... ¡¿Me está escuchando soldado?!- dice con rabia.
Levanto mi mirada desde la mancha roja a los ojos del Coronel, respondo “si, mi Coronel” y con fuerzas golpeo mis tacos. Evito llevarme la mano a la sien por temor a que se me caiga el fusil. Tengo miedo y siento una tremenda vibración en mi estomago que me invita a gritar desesperadamente.
-Muy bien, ahora deshágase del bulto- me dice el coronel.
-¡Pe-pero como!- suelto de mis labios sin atinar a nada. El coronel me mira directo a la cara, tiene odio en sus ojos. El invierno vuelve a mí y las agujas.
-¿Tiene algún problema Briones? ¡Mire no me venga con huevadas! Si quiere lo tira al Mapocho, si quiere lo mete a un horno, si quiere se lo da de comer a los perros, pero no quiero volver a ver esa cara por acá ¿me entendió?-
-Sí mi coronel- responde de manera elástica un ser autómata desde mi interior.
El coronel se monta su gorra, abre la puerta y camina al umbral. Se siente un disparo a lo lejos y el coronel se lleva las manos atrás a la altura del plexo solar. Se agarra la muñeca derecha con la mano izquierda y hace esto mientras se balancea entre talón y punta de sus pies con un movimiento suave, armónico. Sonríe.
-Hágame caso Briones- dice mirando el infinito –si todo resulta bien tengo grandes tareas para usted…importantes, pero si no lo hace- el coronel gira su cabeza y mira de reojo mi cara -ya sabes usted- dice y se va caminando. Deja la puerta abierta y la luz de la mañana logra colarse por fin a la habitación. Ilumina todo un sector pero no donde esta el cuerpo inerte del Goyo.
¿Qué puedo hacer? estoy ahí parado frente al muerto peo no se que hacer. Pienso que lo mejor primero es ocultarlo. Voy donde esta la cortina tirada en el suelo, envuelvo su cuerpo con ella y lo arrastro hasta la puerta. A la salida de la sala hay un pasillo lateral desde el cual se accede a todas las salas del segundo piso. La escalera mas cerca está a unos siete metros desde ahí. Sigo arrastrando el cuerpo pero me arrepiento al ver que está dejando una estela de sangre tras suyo y mío también. Estoy en una complicación, el cuerpo aún sangra mucho ¡pero si ya está muerto por dios! Se que a nadie le importa pero no quiero que me vean culpable de tamaña crueldad, no quiero siquiera que la luz nos toque así que trato de moverme por la sombra. Tal vez logre alejarme de la mirada de dios. Decido cargar el cuerpo, el coronel me va a castigar cuando vea mi uniforme manchado de sangre pero es mejor eso a que me mate por dejar los pasillos regados de barbarie. Me cargo el cuerpo al hombro, está pesado y la mancha en su estomago comienza a delatarme profusamente. Empiezo a bajar la escalera, es angosta pero lo suficiente cómoda para bajar con el cuerpo. Tiene un descanso en la mitad y escalinatas que se cruzan. Me recuerda a Valparaíso, no se por qué. ¿Que hago con el cuerpo? no puedo seguir arrastrándolo porque mancharía todo el suelo. No puedo seguir cargándolo porque ensuciaría más mi uniforme. No puedo seguir cargándolo porque me ensuciaría más. Termino de baja la escalera y dejo el cuerpo en el suelo sobre el pasto del patio exterior. Las salas están ubicadas en un edificio colonial de forma rectangular y en el centro hay un patio común que comparten. En la esquina contraria a mi hay un pasillo que sale a un patio de luz y ahí se ve una carretilla. Cruzo el patio en busca de la carretilla y pongo el cuerpo del Goyo en ella. ¿Ahora que? debo deshacerme del cuerpo pero no se como, no puedo tirarlo al Mapocho como dijo el coronel es demasiado obvio, comienzo a moverme con el cuerpo en la carretilla, si me ven por las calles así no voy a pasar desapercibido, empiezo a odiar al socialismo ¡si no hubieran llegado nada de esto estaría pasando maldita sea! Dárselo a los perros ¿y como? Se demorarían días en terminarlo y los huesos enterrados por todo el patio atormentándome. No, debo deshacerme del cuerpo entero antes que su alma me encuentre. Meterlo a un horno, la carretilla golpea con una piedra y hace que el cuerpo cambie de posición y se acomode, meterlo a un horno que idea más estúpida, donde voy a encontrar un horno lo suficientemente grande para meter todo el cuerpo. Podría cortarlo en pedazo y meterlo en un horno de cocina pero no tengo valor para eso. No se que hacer.
Me detengo frente a un portón de madera y el destino pone delante de mí una placa de metal que dice “Fundición”. Dejo la carretilla afuera y me acerco a la puerta sigilosamente. Está entreabierta y adentro hay un galpón oscuro, caluroso. Al fondo hay un destello anaranjado y brillante que se cuela por una rendija de un armatoste que bien parece una cacerola gigante de bruja. “¡Un horno gigante!” me digo sobresaltado en el instante que siento una mano apoyarse sobre mi hombro derecho.
-¡Que esta haciendo acá soldado!- me pregunta un tipo curioso y atareado. Me doy vuelta y lo miro asustado, me mira le hombro manchado de sangre.
-¿Está herido?- me pregunta
-No, es solo un rasguño- responde nuevamente el autómata en mi interior
-¿Y esa carretilla? ¿Que trae usted ahí?- miro la carretilla y me doy cuenta que al golpear la piedra el cuerpo del Goyo quedó ubicado de manera que no se ve la mancha de sangre, vuelvo a mirar al tipo. Tiene uniforme pero encima trae un overol puesto. Usa guantes de cuero y suda profusamente. Anda sin gorra pero tiene una mascarilla de tela colgando del cuello.
-¿No traerá eso al incinerador? ¿Que es?-
-Ssson escombros…los manda el coronel- digo tratando de ocultar el remolino en mi interior
-Y que se ha crei… bueno no importa, ha llegado usted a tiempo porque es la ultima carga de la mañana- me dice y en ese instante suelto una expiración profunda. El tipo me mira con rareza.
–Aaah, pero no crea que lo voy a ir a tirar yo, ya suficiente he tenido limpiando todo este alboroto y ese agujero es un infierno así que yo le voy a abrir la... ¿Se siente bien usted?, está pálido…-
Me reincorporo, “si, me siento perfectamente” le digo con una sonrisa y es verdad, el destino me ha dado una oportunidad de liberarme del problema (aunque no se si el precio). Es una macabra oportunidad pero una oportunidad al fin y al cabo.
-¿Sabe? No se ve muy bien, mejor lo hago yo y usted vaya a la enfermería- me dice
-Nooo, estoy perfectamente- digo y tomo la carretilla por el mango –no podría estar mejor- digo para reafirmar mi posición pero inmediatamente me siento estúpido, me estoy delatando solo. El tipo me mira con desconfianza pero se nota que no le importa.
-lleve la carretilla al horno, yo me quedare acá para levantar la tapa y cuando le diga, arroje la basura adentro. Tenga cuidado de no tirar la carretilla y por el amor de dios tenga cuidado de no caerse usted…no me gustaría que algún cuerpo cayera dentro de eso-
Sonrío sarcásticamente y me apresuro a llevar la carretilla a su posición.
-¿Esta listo?- me pregunta el tipo.
-¡Por supuesto!- digo mientras veo como lentamente se descubre la tapa del horno.
-Después de esto me deberá usted una Pilsen- me dice con gracia.
-Después de esto le deberé una vida- le respondo en voz alta. Giro lentamente la carretilla y el cuerpo cae al horno. “Una vida pero no la mía” me digo en voz baja mientras veo como el cuerpo del Goyo se consume en ell infierno.

La hora de la función: Parte II - "El gato negro"

Las luces perdían fuerza al ritmo del telón que se recogía. Mí traje blanco se volvía gris bajo la penumbra. Un tímido aplauso general daba la bienvenida a los músicos que ya estaban con su impecable frac sobre el escenario. Los bronces relucían con la tenue luz y un piano de cola se transformaba en la vedette del ambiente. Todo esto pasaba sobre el escenario como un ceremonial sordo ante mis ojos porque, aunque puedo detallar con lujo la escena, yo no me encontraba completamente allí. Mi mente vagaba y se confundía en espirales torcidas de recuerdos que me generaban no una sensación en particular, sino una papilla de sensaciones. Las imágenes se atoraban en mi memoria y las frases taponaban mis oídos. "Siempre es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección" me recordaba el Martín de Sabato aún paranoico por la misteriosa Alejandra. De repente un tipo pequeño y de rasgos orientales irrumpió en el escenario. Su actitud displicente y limpia contrastaba con un aire pusilánime que lo rodeaba. “¡El pianista!” me dije sobresaltado en el instante que un aplauso soberbio comenzó a crecer por todo el teatro. Un aplauso envolvente y avasallador que me producía una profunda molestia en la cabeza. No se que sería, si la poca coordinación entre las personas que aplaudían (siempre he sido un maniático musical) o el eco golpeteando en las paredes del teatro. Con dificultad, y creo que sudando, puse mi atención sobre el pianista. Era un tipo serio y limpio, parecía no inmutarse por los aplausos y de un momento a otro comenzó a abanicarse sobre sus reverencias. Es gesto fue el fin para mi puesto que con cada contorsión del oriental, sentía mi estomago contraerse y un calor profundo aglutinarse en mi garganta. Sentí un incontrolable deseo de vomitar y con decisión me incorpore como si un resorte estuviera ajustado entre mi cadera y mi espalda. “¡Permiso!” repetía una y otra vez a las personas en mi camino a medida que trataba de salir del lugar. “¡Permiso!” y las personas me miraban con asombro y me dejaban pasar como intuyendo lo que me ocurría. Una de ellas, no recuerdo con certeza sus rasgos pero si sus canas, me ataco.
-¿A dónde crees que vas? – me dijo. Yo solo lo mire con ojos desorbitados y no conteste.
-La función esta por comenzar, no querrás perdértela- replico ante mi inerte mirada.
-La función ya termino para mi- le dije con dificultad -y si no se mueve pronto, también se acabará para usted-. Entonces La persona me miro atolondrado y sin dudar me dejo pasar.
No se como llegue hasta afuera. Solo sé que estaba sentado en las escalinatas a la entrada del teatro. Los colores eran difusos y las imágenes alargadas. El extraño brillo en mis zapatos y una mancha a mi lado me hacían recordar que efectivamente había vomitado copiosamente. Trate de ordenar mis ideas. Lentamente sentí que mis sentidos se orientaban y que la realidad volvía a mí. Durante un corto rato hice ejercicios de respiración hasta que me sentí capaz de levantarme. Volví a mirar el teatro. ¿Por qué había llegado ahí? ¿Por qué había entrado si sabía que la posibilidad de encontrármela era alta? ¿Por qué lo había echo aun sabiendo lo cruel que el destino podía ser conmigo? Estas preguntas retumbaron en mi cabeza así que decidí sacar mi MP3 y calzarme los audífonos. “la música me calmara” me dije sin mucha confianza. Presione el botón de play y la melodiosa voz de Maynard explotaba bajo los sincopados acordes de Tool.

Cold silence has/ a tendency to/ atrophy any/ sense of compassion

“¡Maldito destino, sigues jugándome malas pasadas!” me dije al instante en que me sacaba los audífonos. Me había prometido a mi mismo no volverla a ver, pero aun así ahí estaba yo, en el preciso lugar donde nos conocimos… ¡que ingenuo! En ese mismo instante un gato negro maulló desde el callejón contiguo al teatro. Me acerque a él y comencé a acariciarlo. El gato se dejaba querer y a ratos enredaba su cola entre mis piernas. “Eres un animal muy bello. Lastima que traigas mala suerte, serías un buen compañero”, le dije como si pudiera escucharme. Al instante vi por el rabillo de mi ojo vestido delgado deslizarse por las escaleras del teatro, se detuvo en la entrada y comenzó a mirar hacia todos lados como buscando desesperadamente algo. Ese algo era yo. No sabia que hacer, ahí estaba la culpable de todos mis amores y temores nuevamente…buscándome. No se por qué pero agarre al gato negro y me eche a correr con todas mis fuerzas en dirección contraria al teatro. El gato maullaba como loco pero se mantenía en mis brazos. Me detuve a un par de cuadras y con el gato aún en mis brazos. El felino me miraba con ternura y yo sudaba copiosamente, entonces ocurrió lo increíble. El gato me miró y me sonrió, juro que fue verdad. Aun atónito por la escena lo miré a los ojos, –No te preocupes, te juro que nunca mas la volveré a ver- El gato cerró los ojos y se hizo un ovillo en mis brazos –Es hora de que tú y yo demos un largo viaje lejos de acá- le dije sobresaltado aun por la carrera y tratando de recuperar mi respiración.

La hora de la función: Parte I - "Desencuentros"

Camila caminó nerviosa, subiendo los peldaños con cuidado de no resbalar. Como un pequeño conejo que se acerca a la comida con el miedo de que la mano que lo alimenta le tienda una trampa. Abrió con cuidado la puerta de la sala de conciertos y miró alrededor. Poca gente estaba ubicada en sus asientos a pesar de que la hora de la función estaba cercana. Una pareja abrazada en el fondo sonreía mientras se contaban secretos al oído, ese tipo de secretos innecesarios que solo existen entre dos personas abrazadas. Un hombre mayor sentado cerca de las primeras filas y vestido de impecable traje, miraba concentrado el programa del concierto y unos niños corrían despreocupados mientras una mujer (seguramente su madre y esposa del hombre de traje) ataviada con serios colores y plateadas joyas, los obligaba con un grito apagado a sentarse y prestar atención. Siguió escrutando el lugar buscando un lugar cómodo donde sentarse pero de un instante su mirada quedo detenida en el medio de la sala. Un personaje vestido de blanco estaba sentado solitario en medio de la sala, en un lugar desde donde formaba un triangulo equilátero con el escenario. El brazo derecho estaba apoyado en el asiento contiguo y su brazo izquierdo soportado entre sus piernas cruzadas. Su mirada, aunque parecía enfocada en el escenario, se perdía en el infinito. Como si, abstraído por sus pensamientos, se adentrara en algún lugar muy lejano dentro de su mente. Al ver al hombre, la cara de Camila se iluminó repentinamente y una picara sonrisa se mostró por sus labios apretando sus mejillas y poniéndolas espontáneamente rojas. Se deslizó entremedio de las butacas y se plantó al lado del hombre con decisión, pero el hombre ni siquiera pestañeó...seguía absorto en sus pensamientos. Levemente la sonrisa en la cara de Camila fue desapareciendo y el color rojo fue cambiando lentamente hacia un amarillo pardo.
-¡Hola! – dijo casi arrepentida
-Hola – respondió seriamente el hombre sin cambiar su actitud
Camila permaneció parada y su corazón se apretó contra su pecho simulando una desilusión.
-Nunca imagine pillarte acá, que coincidencia...-
-No creo en las coincidencias y tu lo sabes-
La cara de Camila perdía vigor lentamente y su mirada caía a medida que sus pensamientos se arremolinaba en profundos abismos llenos de recuerdos y culpas antiguas.
-¿Crees que algun dia me perdonaras?- le preguntó al hombre
-¿Te sientes arrepentida?- respondió el hombre con frialdad
-Si mucho, no hago mas que pensar en ti-
-Entonces demuéstramelo- dijo el hombre y giró la cabeza apuntando sus profundos ojos directamente a las pupilas de Camila. Ella buscó en su corazón la respuesta. Sus hombros se curvaron y su mirada cayó súbitamente al suelo.
-Pero, no sé como...-
-Si no sabes entonces deberías irte- sentenció el hombre mientras volvía su mirada hacia su universo interior.
Camila sintió como todas las luces del lugar la enfocaban y luego, como cuando un concierto empieza, sintió débilmente la intensidad decaer y a las sombras absorber la sala. Se apresuró a moverse al lado contrario de la sala, buscó un butaca alejada y se sentó. Una lagrima acaricio su mejilla y besó sus labios al ritmo del telón que se descubría mostrando los instrumentos sobre el escenario.

“La obra esta por comenzar”, pensó mientras se reclinaba en su asiento.

Ausencia

Se acercó al mastodonte de cemento cautelosamente. Elevó la mirada tratando de alcanzar el último piso, pero el reflejo del sol en los grandes ventanales se lo impedía. La estructura geométrica le producía vértigo. Las ventanas se encaramaban una sobre otra como un lego gigante, solo descontinuado por las antenas que se escapaban del techo como queriendo tocar el cielo en lo mas alto. Imaginó que un niño gigante venía y desarmaba la estructura pieza por pieza. Se imaginó ser el padre gigante de ese niño gigante, mirándolo jugar con su edificio de juguete. Esa imagen lo tranquilizó al mismo tiempo que lo enterneció. Entonces, sin saber por qué, abrazó con fuerza al edificio. “Te extraño mucho” murmuró, seguro de que nadie lo veía.

Domingo 9:00 AM

Me recosté sobre el suave pasto del parque, respiré profundo y dediqué un tiempo a observar como los pájaros saltaban temerosos al verme plácidamente recostado. Poca gente pasaba por el lugar y la mayoría me miraba con desprecio. Al fin y al cabo ¿Qué pretendía hacer yo con mi mejor tenida, recostado sobre el sucio suelo? Nada, no pretendía hacer nada y pensando en eso sentí cada una de las hojas del césped hacer contacto con mi espalda. Fue como un masaje carmico que me recorrió entero. Observé las copas de los arboles alejarse y la luz sepia de la mañana colarse entre el follaje. Me incorporé sobre mis codos y miré el color de las flores. Brillaban como estrellas contentas y bailaban con los insectos que revoloteaban por ahí. Volví a recostarme sobre el ya tibio pasto y cerré los ojos. Una sonrisa se deslizo sobre mi cara.
Aun estaba muy drogado como para volver a casa.

Rencuentros

Entonces con una sonrisa se levanto y volvió a su vida.
Yo me quede en el café...sentado sobre mis recuerdos.

Memoria y pasado

Todos hemos deseado olvidar alguna vez en la vida.
Inevitablemente el humano trata de enmendar sus errores usando el olvido como método de protección. Así es como fantasías del tipo "el resplandor de una mente..." cabalgan en las finas ancas del ansia. Pero, ¿porque olvidar? ¿cual es la necesidad de arrancar violentamente todo lo que no resulto como queríamos?. Mirando con detención existen tres vicios principales que generan los deseos de olvidar:

1) El dolor: Esa viscosa e invisible sustancia que se propaga desde el corazón, comprimiéndolo y endureciéndolo a medida que el vacío se impregna como si fuera la estela que deja el mismo dolor. Personalmente algunos de mis recuerdos aún me causan dolor. La muerte de mi perro(si mono, puedes reír), un par de cuasi-fracasos y alguna que otra frutilla por ahí.
2) El miedo: Del tipo cercano al terror. Como verse enfrentado a una maquina que entierra miles de agujas en tu cuerpo, penetrando la dermis solo hasta causar el mínimo dolor y esperando una señal para clavarse completamente en tu cuerpo desgarrando carne y cortando nervios. Generalmente relacionado con episodios infantiles del tipo robar a mamá o jugarretas adolescentes como quedar varado en medio del acantilado de punta piojo debido a la acidez del ambiente.
3) Los Celos: Debo admitir que no soy muy versado en este sentimiento pero creo que es como una "angustia suspicaz". Se aceptan colaboraciones para la definición y ejemplos.

Estos sentimientos comúnmente generan el olvido. o mejor dicho la intención del olvido porque el olvido solo funciona instantáneamente. Si usted no lo olvido ya nunca lo hará. Recuérdelo.
¿Cual es la solución entonces?. Simple, usar la imaginación. Adornar los recuerdos con detalles intimos y bellos. Con color, luz y playa. Con sonrisas, abrazos y besos. Con paz, amor y esperanza. Cabe la posibilidad, debido a una buena capacidad de abstracción y una desenfrenada imaginación, que los adornos pasen desde el limbo del pasado a la realidad generando una distancia con la aburrida masa de humanos mecaniformes habitantes del cotidiano. En ese momento no deje cundir el pánico. Simplemente déjese absorber por la nueva realidad adornada...
Sit back, relax & enjoy..
Pronto destacados y respetables personajes del sanatorio vendrán a ofrecerle una beca de por vida a la felicidad. No desespere, no esta solo. Yo calculo que para el 2020 estaré por allá, siempre me han gustado los números redondos.
Ojala me permitan llevar mis ex-olvidados recuerdos.
Los adornados obvio, el resto ya lo olvide ¬¬

Mula Mantra

Om: Detrás de la Creación, inmanente a la existencia se encuentra el sonido y la vibración "Aum" (se pronuncia "Om"). Esta vibración y sonido de carácter Divino, tiene el poder de crear, preservar y destruir; dándole vida y movimiento a todo lo que Existe.
Sat: Existencia. Este sentimiento de existencia y permanencia no es sólo una sensación en el hombre, sino una sensación compartida por todas las criaturas vivientes de este universo. Nosotros como parte de este universo manifestado experimentamos este sentimiento y es este sentimiento al que llamamos "SAT", este es uno de los aspectos del Ser Supremo.
Chit: Inteligencia - Conciencia. Al mismo tiempo que experimentamos el sentimiento de Existencia, también vivenciamos momento a momento la sensación de que somos Seres Auto-concientes. Compartimos con el Ser Supremo (La Energía Cósmica Primordial) este sentimiento de conciencia de nosotros mismos. También podemos observar que estos dos aspectos del UNO son inseparables de Él, siendo esto la esencial constitución de su naturaleza: SAT-CHIT o Existencia-Conciencia.
Ananda: Cuando estás inmerso en la experiencia de SAT-CHIT o Existencia-Conciencia, en el momento en que te has hecho uno con el sentimiento de Existencia del universo, o has alcanzado la experiencia trascendental de hacerte uno con la conciencia que se encuentra detrás de toda la Creación, entonces has entrado en un estado de gozo divino y felicidad eterna (Ananda). Esta es la cualidad primordial de la Mente Consciente Colectiva: Dicha.
Parabrahma: El Aspecto trascendental de la Energía Cósmica Primordial. Aquello que está más allá del tiempo, espacio y toda forma de percepción.
Purushottama: El "más elevado espíritu" universal manifestándose en los individuos como el Antaryamin o Morador Interno. Es el Paramatma o Mente Consciente Colectiva manifestándose en todos los seres. Esta Suprema Inteligencia y Suprema Sabiduría, toma Forma para así relacionarse más cercanamente con uno. El Supremo Ser en su forma del "Purushottama" mora en la dimensión llamada "Satyaloka" (Morada de la Verdad).
Paramatma: El Alma del mundo, la ideación cósmica arquetípica base de todo lo que existe, lo que podemos denominar la Mente Consciente Colectiva manifestada en todos los seres como el Antaryamin o Morador Interno. Toma diversos nombres en su proceso de manifestación en los diferentes planos de sutilidad de la materia y se manifiesta con los aspectos femenino y masculino a través de Amma y Bhagaván.
Sri: Prefijo que se utiliza para expresar gran respeto y reverencia a la santidad de un maestro espiritual realizado.
Bhagavatí: La Creación se caracteriza por poseer un aspecto femenino y un aspecto masculino. "Bhagavatí" es el aspecto femenino de la Suprema Inteligencia en Acción. Es el aspecto activo y reactivo de lo manifestado. Bhagavatí es la Divina Madre que responde inmediatamente ante las necesidades de su creación. Esta es la energía creadora, el Poder Divino (la Brahma Shakti).
Sameta: Quiere decir: "junto con", "en comunión con".
Sri Bhagavaté: Aspecto masculino de la Energía Cósmica Primordial. El Supremo Conocimiento que prevalece y es Eterno en su esencia. Aquel Conocimiento que trasciende los tiempos y las Eras.
Namahá: Quiere decir: "Me rindo ante tu Grandeza".


Importantes conceptos complementarios:

La cosa primaria y fundamental del universo es lo que lamamos “Brahmán” (el Dios universal; el universo manifestado visible e invisible), el cual se supone que tiene tres cualidades denominadas, “Sat”, “Chit” y “Ananda”. Su sentido de la existencia es lo que llamamos “Sat”; su inteligencia consciente es lo que llamamos “Chit”; y su naturaleza es “Ananda”, que es dicha. Es por eso que normalmente es calificado como “Sat-Chit-Ananda Brahmán”. Dios o “Ishvara” es inmanente en Brahmán. Dios es poder, compasión y amor, es por eso que nos referimos a Dios como “Sat-Chit-Ananda Parabrahma”.
Dios se relaciona con la gente como si Dios fuera un humano, por lo tanto, nos referimos a Él como el “Purushottama” (literalmente “el más alto espíritu”). Este Dios también se manifiesta dentro del individuo como el Antaryamin (el Morador Interno) o el más elevado y sagrado “sí mismo” (yo). Como el Antaryamin está en todos, es llamado el “Paramatman”. El “Paramatman” se manifiesta como Bhagavati y Bhagavate, a través de Amma y Bhagaván.


Traducción Literal del Mula Mantra

El Sonido Primordial (expuesto) Existencia-Conciencia-Dicha
(el cual es la Naturaleza Misma de) Lo Absoluto, (se expresa a Sí Mismo como el)
Dios principal Encarnado (cuya esencia es el) Supremo Yo,
(y que se manifiesta como la) Divinidad Femenina en unión
Con (la) Divinidad Masculina – nos inclinamos ante Eso.



Cantar o entonar este Mantra externa o internamente es una poderosa invocación del Ser Supremo, es decir, estableciendo un vínculo directo y comunión con la Presencia Divina.
De acuerdo a Sri Bhagaván, el Mula Mantra (que significa “raíz” o “mantra principal”), expresa la completa evolución de lo Divino desde el Uno a la diversidad, desde la unicidad a la multiplicidad. Pero de ninguna manera perdiendo su unidad (oneness) a lo largo del camino. Mejor dicho, llega a ser y está constantemente llegando a ser Todo Eso en la expansión de su propio Ser. Este proceso de evolución eventualmente resulta en Dios realizándose a sí mismo en la forma humana, que de hecho, es el próximo paso de acercamiento en nuestra propia evolución como seres humanos. El hombre, tal como lo conocemos hoy en día es más un experimento moviéndose hacia su finalización, y que al fin retornará gozosamente a su estado original, la Unidad (Oneness). Tal como Sri Bhagaván lo expresa claramente, “el Hombre tiene que ceder el paso a lo Divino”.

Esta es una sencilla explicación de este Sagrado Canto en sánscrito; siendo mucho más rico en profundidad y significado.
La intención de este escrito es sólo dar un primer conocimiento de algo que es ilimitado en su descubrimiento. Al cantarlo vas a ir enriqueciéndote y comprendiendo más profundamente su ilimitada fuerza y descubriendo los destellos de su Luz e Inmensidad.

fuente:http://bhagavad-dharma.org/Intro/MulaMantra/MulaMantra.html

Quinceañeros: parte I

Paula llegó a su casa con un extraño sentimiento en la mente. Su corazón sobresaltado trataba de digerir las emociones, los gestos y la música que el alba había apagado. Buscar el dato anotado fue casi un trámite. Sabía muy bien donde estaba guardado, en la billetera detrás del carnet. Era como un símbolo, así seguirían abrazados todo el tiempo que ella quisiera. Deslizo el manchado papel entre sus dedos y se detuvo a pensar pero su piel mareada tenía aún el sabor de la noche anterior.
Apoyo sus manos en el teclado y acepto ‘agregar nuevo’ en su sesión de msn. Una sutil sonrisa se deslizo por sus labios y sus pómulos volvieron a enrojecer. Solo por esa mañana volvió a sentirse con quince en el alma.

Algo meramente circunstancial

-si fueras una flor ¿Cuál flor serías?
-no sé, creo que una de color verde
-mmm…no conozco ninguna
-no sé, tal vez un copihue
-¡pero lo copihues no son verdes!
-bueno si yo fuera un copihue sería uno de color verde
-…
-¿y tu?
-iba a decir una rosa pero debería decir algo mas inteligente
-¿y las rosas no son inteligentes?
-no, es decir…no sé. Las flores no son muy inteligentes…¿no crees?
-no lo sé, depende con que se les compare
-no son mas inteligentes que los humanos
-no se puede ser bella e inteligente a la vez
-¿porque?
-mmm no sé, porque serías un peligro. Toma el caso de las flores. Son todas bellas. ¿qué pasaría si además fueran inteligentes?...bueno pues serían una amenaza para todos nosotros.
-no lo sé, hay varias especies que son inteligentes y no son una amenaza.
-¿cómo cuales?
-como los delfines por ejemplo. Ellos tienen sexo por placer…¿sabías?
-eso no los hace inteligentes
-¿y que es lo que hace inteligente a algo entonces?
-…
-¿y bien?
-no lo sé, pero tener sexo por placer no. Conozco mucha gente que es inteligente y no tiene sexo
-no tienen sexo pero si lo tuvieran lo tendrían por placer.
-mmm
-¿que?
-no niego eso, pero si tuvieran sexo no sé si serían mas inteligentes por eso
-podría ser…yo creo que si
-…
-…
-me gustaría ser la flor de la que nace la frutilla
-pero entonces dejarías de ser flor para pasar a ser frutilla
-es un cambio justo
-mmm, creo que ya es hora de irnos- dijo mientras bajaba el cerro dejando en la soledad sus pensamientos

¿Es una soga en tu cuello el paragua que te cubre de tus penas?

El chasqui

Se levanto esa mañana
seriamente
convencido de
que la vida le
dejaba

atrás



y ese día salió a correr
a correr sin parar
hasta su vida alcanzar


Y fue otro día de rojo
deshidratado
se detuvo
y vio su vida
quedarse

atrás



Entonces decidió parar
y para no estar solo
se sentó a esperar

El Metódico

Sobre la rutina de caminar cargando el calor y acompañado de mi cansancio vespertino.Voy despistando mi trayecto, despistando mis pasos, despistando mi paranoia. Las sombras de los edificios toman formas de piñen y birra y se entrelaza en la trayectoria influenciando mi mirada y quebrando en el olvido la impersonalidad citadina.

Cantó sus palabras y se encontró con el muro de mis oídos

-¿flaco llevaí un cigarro?-
-no fumo- disparé como un misil
-¿y una moneá pa comprar uno?-
-no, menos- dije sin más
-¿y un abrazo para no sentirme solo?-

Mi sonrisa y mi abrazo le dejé pero aun no se que fue lo que gané

La tempestad

El viejo lobo enfrentó su destino vestido de serenidad como toda su vida. Ocultó el conflicto en su barba plateada de viento, sus ojos cansados y salinos se encendieron en el reflejo del horizonte. Abajo el mar y su misterio, muñeca de luz danzante en un eterno sueño de amor. Arriba la tempestad, calmado impulso de realidad vestido de muerte y furia descontrolada. El marino sopeso su destino entre el mar-sueño y la tempestad-realidad.

Iré donde mi nave me quiera llevar- dijo sonriendo mientras miraba el único ojo azul en el cielo –es lo que un marino debe hacer-

La calma fue llenando sus hombros a medida que se amarraba al mástil…

La raíz de todos los miedos

Cuando niños con mi hermano fuimos antagonistas, creo que es cosa de hermanos. Yo decía fútbol él decía basket, yo decía rock él decía rap...casi nunca jugábamos juntos y cuando lo hacíamos terminábamos sacándonos sangre y lagrimas. Por eso cuando mi padre, esforzado zapatero de aquellos tiempos, recibió un lanudo perrito en parte de pago, yo fui el mas feliz. Mi padre dijo que se llamaba Junior como el perro de la película pero el caso es que no hay niuna película con un perro llamado Junior. Con el tiempo descubrimos que el verdadero nombre era Benji y mi padre lo confundió con Junior.
Pero de todas maneras así quedo bautizado...Junior Peluchin.
Junior era un perro muy lindo que me acompañaba a clases todos los días. Era muy inteligente. En aquellos tiempos sin pc, ni internerd, ni transantiago, se usaba la bici para llegar al colegio. Eran lagos trechos y él corría a mi lado hasta la puerta del colegio, luego se quedaba ahí esperando...o eso creía yo
Mi madre me decía que después de ir a dejarme Junior volvía solo a casa, comía, dormía y luego en la tarde desaparecía. La verdad era que no desaparecía sino que iba buscarme al colegio. Siempre estaba ahí en el mismo lugar a la hora de salida, la entrada de mi colegio. Moviendo la cola, esperándome para correr a mi lado de vuelta a casa.
Era una historia feliz, pero toda historia feliz siempre tiene un desenlace dramático...
Fue un día de mucho sol, yo había pasado un tiempo enfermo en cama pero ya estaba recuperado. Había faltado a muchas clases y mi madre me dijo -"vas a ir donde fulano de tal a buscar los cuadernos con la materia que falta"-. En aquellos tiempo me gustaba el colegio y mucho mas estudiar por lo que la tarea no era un suplicio ni difícil de cumplir.
-"Pero no vas a ir en bicicleta porque aun estas convaleciente, y no vayas con el perro porque lo pueden atropellar"-
No obedecí ni lo primero ni lo segundo. O sea trate, pero Junior me siguió y yo no hice nada para detenerlo. La verdad su compañía me era grata, yo era un niño solitario y el era la única tradición que me hacia sentir seguro. Entonces tomé la decisión de dejarlo que me acompañara, total él ya sabia el camino.
No recuerdo como fue el viaje solo recuerdo que era tan feliz como siempre.
Entonces ocurrió…
Yo ya había llegado a la casa de mi compañero y me prestaba a llamar a la puerta cuando un hombre en bicicleta me habla desde atrás.
-"Oie, ¿este perrito es tuyo?"- y ahí estaba como un bulto lanudo tirado al borde de la calle
-"Pasó un taxi y lo atropelló, yo lo traje hasta acá"- dijo, monto su bicicleta y se fue...
Realmente no sabía que hacer, Junior no sangraba pero tampoco decía nada y no se movía, solo tenia la lengua afuera cayendo por la comisura de sus labios. Pero aun parecía respirar. En la desesperación del momento lo tomé en mis brazos y comencé a correr. Yo debía tener algo como 9 o 10 años y era un chico delgado y debilucho. El perro en mis brazos era extremadamente pesado. Aun ahora cuando pienso en ese momento siento el dolor en mis antebrazos... y en mi alma. Corrí, corrí mucho mientras lloraba desesperado y recordaba a mi madre cual oráculo advirtiéndome sobre el destino fatal. Lloraba porque mi amigo se moría en mis brazos. Lloraba porque el dolor en mis brazos y pies eran tan grande como el dolor que sentía en mi alma. Lloraba porque mis decisiones habían tenido la culpa...
No recuerdo cuanto tiempo corrí pero fue mucho, sentía mi perro agonizar en mis brazos y el agotamiento de mis extremidades marcaba a fuego el dolor por la responsabilidad que me cabía en aquello...
En fin, llegue a mi casa y mi madre desesperada (mas por mi rostro que por la muerte del perro) llevo a Junior donde una vecina para que nos ayudara.
Pero era demasiado tarde.
-"Está casi muerto, no puedo hacer nada por el"- Sentencio como si fuera un Dios que da y quita la vida.
Yo en ese instante sentí que aquella mujer condenaba la suerte de mi perro y con él, la de mi alma. La odie con mucha fuerza pero la verdad tenia razón, ya nada se podía hacer...
Mi madre nunca me dijo nada, solo me dejo llorar en sus brazos y me ayudo a enterrarlo no recuerdo bien donde. Pero no era necesario decir nada, yo ya lo sabía.

Desde ese día cargo en mi mente la culpa y responsabilidad por la muerte de aquel animal, de aquel amigo, de aquella alma...

Desde ese día maldito que cada vez que tengo que tomar alguna decisión importante el remordimiento y la culpabilidad vuelven a mi cabeza, como si con cada decisión que tomo en mi vida, fuera a llamar a la muerte a mí alrededor.

Recuerdo todo esto porque hace poco volví a tomar una decisión que mi mente cree correcta, pero mi corazón sigue temiendo que nuevamente mis decisiones llamen a la muerte... no la de Junior, sino de la mi alma.

Algún día lo volveré a ver y podré por fin pedirle disculpas, entonces volveremos a correr juntos.

Y esta vez, si él muere, no será mi culpa.

amsomnios

Apoyado sobre el amsomnio repentino…nuevamente apoyado sobre ese mundo irreal mezcla de visiones y realidades al final de la luz de la mañana que es la única motivadora del eterno amsomnio…
y los cantos de los pájaros antes de que comiencen a pasar las micros
Pocas veces he disfrutado mejor a los pájaros que la ciudad, sobretodo porque se forma un coro de distintos llamados alrededor de mi ventana y hasta el par de pájaros idiotas que se metieron en la casa y nunca entendieron que el ventanal no era penetrable y que termine sacando en mis manos al pájaro-idiota y dándome cuenta que su corazón era una maquina de latidos….me imaginé con un corazón que latiera así de rápido en el justo momento en que la luz se coló por la ventana. ¡Que horror!...como el hombre colibrí
Pájaros mientras iba caminando. Yo solo giré para mirar un poco más el semiazulado del cielo pero en el rabillo de mi ojo contrastado está la imagen de un pájaro en el suelo, acurrucado. Me acerque y vi que su ala estaba rota (eso es para decirlo piola, porque la verdad el hueso se le salía por el costado del ala, ¿debía ser tan doloroso?). Primero no supe que hacer, lo mire un buen rato al mismo tiempo que él me miraba con temor, luego giró la cabeza hacia mi izquierda donde estaba parado repentinamente un viejo con la misma actitud mía
-¿Qué le habrá pasado? Seguro se cayó de un árbol- me atacó.
-No creo- respondí- no hay ni un árbol cerca. Lo mas seguro es que halla peleado con algún gato o un perro.
-es una pena- el pájaro seguía acurrucado como si tuviera mucho frío a pesar del calor- esta tiritando-continuó diciendo- Yo me lo llevaría mi casa pero no tengo donde tenerlo-
Esa última frase me hizo clic. Creo que porque inconcientemente yo había estado pensando lo mismo. ¿Qué podía hacer? ¡¿Llevármelo a la casa?! ¿Es que acaso eso no era antinatural? Quizás el pájaro sobreviviría (cosa que dudo porque su herida era muy grande) pero ¿y si el destino de él era servir de alimento para algún otro famélico personaje de por ahí? Eso por dar una posibilidad se me ocurren otras más alocadas como que podría ser un experimento de los mutantes extraterrestres que dominan la tierra mediante leves intervenciones en nuestras mentes. Yó ló sé.
-es una pena- dijo el viejo de nuevo y se fue.
Entonces decidí que realmente no podía ni debía hacer nada por el pájaro…nada más que darle un último regalo. Lo tome con mucho cuidado y lo deje en un lugar con sombra y fresco, puse un poco de la bebida que estaba tomando en un tiesto que pille por ahí y lo coloque a su lado para que no sufriera sed. Lo mire por ultima vez y me fui satisfecho. Caminé pensando si así seria como se siente dios cuando repentinamente le da a un moribundo un día más de vida. Inevitablemente me empecé a sentir culpable y recordé que el pajarito tenía frío así que dejarlo en la sombra no era buena idea.
Volví, pero el pájaro ya no estaba…

El Duelo v2.0

Ariel miraba perdido en la ventana del comedor como si no estuviera realmente sentado en el comedor. De repente un carraspeo fino lo hizo despegarse del paisaje.
-Tienes razón- dijo -Me toca jugar.
Miro el tablero un rato y decidió mover el caballo atacando los afiles. Dudó antes de depositar la pieza pero finalmente lo hizo y se recostó en el respaldo de la silla.
-¿Sigues pensando en ella cierto?- dijo el contrincante.
El contrincante se llama Javier y es estudiante de intercambio en la universidad donde Ariel hace clases. Se habían conocido debido a una emergencia psicodélica. Javier se había quedado sin papelillos para enrolar un porro.
-Si un poco- respondió Ariel –Es raro la verdad pero no puedo evitarlo, te juro que no siento nada ya por ella, está todo en el pasado, pero…me descubro hablando con ella por las calles sin sentido- dijo mirando nuevamente la ventana.
-Si hablas imaginariamente mas de 10 veces con una persona es que estas enamorado- sentencio Javier.
-¡Cállate imbecil!- contraatacó –Tu sabes muy bien que estoy enamorado de Bianca.
-Tienes razón- Respondió Javier ocultándose de la mirada puntiaguda de su contrincante -es muy raro- dijo y se aproximo al tablero -¿Mi turno?- preguntó casi sin mirar.
Movió la torre tratando de proteger su reino pero en realidad buscaba protegerse de la mirada que lo acechaba desde la ventana. -Si mantienes incompleta esa frase nuestra amistad quedara ídem- respondió soberbio Ariel haciendo hincapié en la ultima palabra.
-Nada, no te pongas así- contestó rápido Javier -Solo que mientras estuvieron juntos ninguno de los dos se sentía cómodo. A ella le cargaban tus ideas, a ti no te gustaban sus formas. Ambos se fueron infieles incontables veces, peleaban a cada momento y por las situaciones más infantiles. Y ahora que no pueden estar juntos...¡mírate tu!- le regalo una mirada de pies a cabeza -¿Quieres saber que creo? te sientes culpable de su muerte...
Ambos amigos usaban de enfrentarse el uno contra otro en las situaciones más difíciles. El juego consistía en mostrar calma mientras interiormente se desataba la tormenta. “No hay peor enemigo que ver tu propio rostro inexpresivo reflejado en las pupilas de tu contrincante” repetía Ariel siempre que podía. Javier se dignaba a mirarlo inexpresivamente solo para provocarlo. Así pasaban interminables tardes, desafiando sus mentes en dos frentes. Por fuera y en el tablero de ajedrez era Ariel versus Javier, maestro y aprendiz frente a un tablero antiguo pero impecable. Por dentro un enemigo mucho mas aplicado y severo, sus propias mentes. Una batalla que cada uno libraba interiormente contra si mismo. La primera siempre tenía un vencedor y un vencido. La segunda…quien sabe.
Ariel giro la cabeza suavemente hacia la ventana y vio la silueta de Bianca bajando del taxi. Se recompuso. -Uno, no siento culpa sino nostalgia- Dijo seriamente -Dos es hora de acabar la partida- sonrió y movió ágilmente su caballo.
-Check! my dear. Debes tener cuidado cuando hablas mientras juegas, eres de los que no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo.
Ariel lanzo una carcajada estrepitosa, busco en su bolsillo una cajita negra y saco de ella un verde y brillante cogollo que deposito sobre la mesa. -Dejémonos de tonteras, Tu enrolas yo tengo que pensar en como salgo de esta -¿Tienes papelillos?-

viernes, 6 de marzo de 2009