Y con un retorcijón se vino con toda su frustración dentro de su mujer, dejando la marca violácea de sus gruesas manos sobre los delgados brazos. Se incorporó y la vio sobre el piso, tullida de tanto resistirse. Miró dentro de sus ojos tibios y sintió un calor que asimiló con asco.
-Te amo- le dijo ella entre sollozos.
El se subió los pantalones y sentó a la mesa a terminar su insípida cena.
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