“informamos que la detención se debe a un corte de energía momentáneo”- balbuceo por los altavoces la acaramelada voz de la conductora.
Los pasajeros se miraron entre si y uno dijo refunfuñando
– ¡maldita sea! ¡Seguro un idiota se tiro a la línea del metro de nuevo!-
A metros de ahí, Felipe despertaba bajo el primer vagón sin entender aun lo que había pasado. Escucho unas voces que lo invitaban a no moverse mientras clamaban al cielo “¡milagro!”.
En ese instante recordó porque se había arrojado a la línea, se palpo su cuerpo ensangrentado y comenzó a llorar.
Odiaba los milagros.
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