jueves, 16 de noviembre de 2006

El anillo (2006-08-29)

CAPITULO 1: La novia
Se detuvo frente a la vitrina resplandeciente de joyas y oro. La imagen proyectada brillante sobre el vidrio contrastaba con su rostro opaco y sin poder separar su mirada del anillo recordó la puñalada silbante ejecutada desde los labios del dolor. La mujer que antes era la única y ahora solo era aquella, o lo que quedaba de ella.
- ¡Eres un cobarde!
- pe…pero, lo que me pides…
- ¡me quieres o no!
- Si ale, te amo…
- ¡Me prometiste cualquier cosa por casarte conmigo!
- ¡Pero esto es demasiado, es sagrado por el amor de dios!
- Eres un mentiroso…y un cobarde
- Alejandra por favor, pídeme cualquier cosa…
- ¡Te estoy pidiendo ese anillo!
- Pero…
- Tu padre tiene razón…eres un cobarde
En ese instante volvió en si, miro a ambos costados y al no ver a nadie se sintió seguro. Bueno, casi. La imagen de Alejandra lo acompañaba durante su felonía…como siempre. Volvió a mirar el anillo y pensó que talvez no debería hacerlo. Podría haberle pedido otra cosa, cualquier otra cosa. ¿Por qué el anillo?, además ya era demasiado tarde. ¿Por qué debía hacerlo entonces? ¿De que servía ahora? La respuesta pareciera ser mas compleja, pero no. La única razón era que el crimen fue planteado así. Si no robaba el anillo el plan no seria perfecto…perdón, redondo. Cortó el vidrio sin dificultad y tal como se lo esperaba no había alarma. “Ni siquiera lo cuidan, no se lo merecen”- pensó. Acerco la mano a la vitrina y justo en ese momento dudó, todavía resonaban las palabras de Alejandra en su cabeza, “eres un cobarde”. Tal vez ella tenía razón, al fin y al cabo si no hubiera dudado antes nada de esto seria necesario. El estaría casado con Alejandra y serian felices. Ambos caminarían por el patio de su casa disfrutando el aroma de los damascos como siempre lo hacían en primavera. Tal vez Alejandra no se habría escapado con su padre. Tal vez Alejandra aun estaría viva. Tal vez si no fuera tan cobarde. Por segunda vez volvió en si y recordó lo que estaba haciendo. Tomo el anillo y lo miro un segundo. Cogió también una cruz y una gargantilla, se las llevo al bolsillo y camino seguro hacia la salida del santuario. Una vez afuera miro el sol resplandeciente en la bahía de Coquimbo. “No se lo merecen, nadie mas”, volvió a murmurar. Imagino el mar lleno de joyas y tesoros, la imagen fue tan vivida que tuvo que entrecerrar los ojos, encandilado por el brillo de su fantasía. Enceguecido corrió por las calles hasta la fundición donde reposaba el cuerpo desnudo de Alejandra sobre un mesón corroído por el acero. La vistió con los ajuares de la boda, saco la joya de su bolsillo, tomo suavemente su mano y coloco el anillo en su dedo mientras balbuceaba seriamente “acepto”. La beso en la mejilla y la miro por última vez mientras dejaba caer su cuerpo inerte sobre la caldera de fundición. El brillo incandescente de la novia quemándose lo volvió a enceguecer y casi no sintió las dos lágrimas negras que rodaron sobre su rostro opaco. Lentamente salio del galpón y volvió su mirada suavemente sobre el mar, el clima sereno y el aroma salado le hizo sentirse confiado de lo que acababa de hacer. “Ahora debo confesarme”, dijo mientras respiraba profundo una sonrisa aprobatoria.

CAPITULO 2: La noticia

No hay comentarios: