sábado, 24 de octubre de 2009

El Héroe

Frente al ventanal miró su rostro reflejado. Su actitud era la misma pero algo había cambiado. Antes su piel brillaba con el color cobrizo del sol, pero el tiempo la había vuelto opaca y la había pintado de un color verduzco. Su ropa estaba manchada por sobre los hombros y la suciedad hacía que ya ni se notaran las medallas que colgaban de su chaqueta. Pensó en sus tiempos de héroe, cuando las multitudes lo aclamaban. Ahora ya nadie mostraba el respeto que se merecía. A nadie le importaba su vida y nadie lo reconocía. Incluso, a veces, lo confundían con otros personajes de menor importancia. Ya nadie le traía flores, ya nadie lo iba a visitar. Solo las palomas eran sus amigas, las palomas y los perros vagabundos. La ciudad ya no era como él la recordaba, no había carruajes ni caballos en las calles. Ya no se respiraba el olor de la cazuela ni de los choclos desgranados de mediodía. Ya nadie se sentaba en la plaza a leer o conversar. Solo los mendigos usaban las bancas como dormitorios pasajeros. La ciudad era solo luces, edificios y motores. Y ruido, por sobretodo ruido. Incluso las personas no eran las misma, ya no les importaba la independencia ni la república, solo les preocupaba llegar temprano a sus casas para ver la televisión y descansar. Ya no había el espíritu de la cueca flotando en el aire. Lo único que se mantenía igual era su postura firme, la misma que tenía cuando eliminó la opresión, la misma con la que dirigió los ejércitos libertadores, la misma con la que luchó para que ahora todo sea de una forma distinta a la que es. Se sintió desilusionado. De nada había servido su mano derecha empuñando la espada justiciera, ni la bandera flameando libre en su mano izquierda. “son nuevamente esclavos”, pensó y sintió deseo de volver a librar batallas para liberarlos del conformismo. Pero sabía que eso era imposible. “Algún día volveré a luchar” pensó y su corazón se hinchó. “Algún día los héroes nos volveremos a levantar y volveremos a pelear por un mejor…”, y se detuvo en sus pensamientos. Sabía que eso era imposible.
Para él solo quedaba esperar, esperar a que lo vinieran a liberar de la tumba en la cual se encontraba ahora.

Solo quedaba esperar el día que las estatuas volvieran a la vida.

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