miércoles, 28 de octubre de 2009

Rapsodia de un racconto

Aún puedo recordar el temblor en mi espalda, amoratada por las horas de viajes cuando el silbido de la lluvia me llamó en mi traje de música para volver.
Para volver a las fauces del lobo, para volver a las patas del caballo. Porque entre la excitación del retorno sabía que te podría encontrar y tal vez no fueras tú.
Tú, amante calida de abrazos siniestros, tú que mas que mi compañera eras mi apoyo, mi bastón deslucido entre las ecos del golpetear incesante de las lagrimas caídas del cielo. Yo que mas que hombre era un niño perdido en tu regazo, yo que mas que amante era un bebe ansioso de tus pequeños pechos que me entregaban la leche calida de tus abrazos. Por eso la tarde en que me negaste y que tus abrazos se volvieron de piedra me fui desmembrando por Avenida Providencia, que podría ser la Avenida Alcortacicatriz. Que mas da donde fuera, encapuchado en mi chamarra ahogando mis lagrimas como si fuera un desahogo interno, un pena tan mía que no quería compartirla con nadie. Ni siquiera contigo. O tal vez solo contigo y por eso esperé a que llegaras a rescatarme al Terminal sur, a ese puerto maldito que durante horas fue testigo de mi desilusión. Pero nuevamente el puente se rompió y te vi desaparecer por entremedio de las ciudades y pueblos que me rescataron.
Y fue así, salvado de la vorágine pero con el corazón en un hilo, que descargue mi equipaje de vuelta en Valdivia. Con el temor cierto de verte. Y así fue…
Pero no vestías tu traje de mujermacho sino una sonrisa melancólica con la piel desgarrada a la salida de un supermercado. Y tu pelo ya no era corto ni tus colores castaños sino de una fuerte azabache. Una cascada de la cual me prendí nuevamente y que me bañe dejándote entrar como el agua que limpia la piel por las mañanas, dejando nuestros cuerpos conocerse como me pediste, perdiéndote nuevamente por las calles del parque Bustamante solo para reconocer ilusamente en mi vigilia que esta vez no te dejaría escapar. Y te salí a buscar y te encontré vestida de mi duelo cruzando los semáforos de Valparaíso. La cuna de las ilusiones bizarras con esa escalera hediendo a orines donde el amor eterno afloro desde nuestros labios como si fuera una declaración sin palabras. Y luego el tranquilo despliegue de las olas sobre las playas del Quisco como el vals en una luna de miel, como la firma de un pacto implícito que pensamos nunca acabaría. Pero no fue así, porque esta historia tú y yo sabemos que jamás tendrá fin. Así fue como el mismo día que te conocí te deje partir para perderte y esta vez no fueron tus abrazos de piedra sino tus ojos de medusa los que me transformaron a mí en piedra ardiente. En lava volcánica a punto de explotar, emergiendo desde las profundidades de la tierra, quemando todo a mí paso solo para revivir en el alba de una mañana de resurrección.
Y ahí me volví para mirar hacia atrás y de nuevo estabas tú. Esta vez entrando impaciente en mi vida, vestida de pequeño jilguerillo cantante en el amanecer de mi ventana. Y nuevamente te deje entrar en mi ilusión y en nuestra sorpresa. Y deje que mataras mis monstruos y que me miraras desde la palma de tu mano. Y deje que te alojaras en el pequeño nido de mis abrazos. Y renací aun sabiendo que no estaba listo para volverte a tenerte, aun sabiendo que en mi corazón no se apagaba el fuego del último odio que me entregaste. Y nuevamente desafié el destino para encontrarte donde jamás te podría encontrar, en la realidad de mi volcán herido estallando desafiante, solo que esta vez con una fuerza que estaba cansada por dentro y que no me dejó renacer. Y me volví a dormir en los placeres.
Internamente volví a dormir. Un sueño inquietante cuando nuevamente el sur alargo sus brazos exigiéndome el diezmo que se merecía. Y ahí temeroso me volví a entregar a tu olor de fresa y tus rojos colores. Solo que esta vez tú historia ya es conocida para mí. Solo que esta vez mí corazón quizás si aprendió la lección de que no debo tratar de atraparte ni dejar que la trilogía maldita me llene con sus acordes de ilusión-distancia-ansias. Solo que esta vez no te dejo con el odio de mi volcánico corazón sino con la esperanza de los hechos consumados.
Solo que esta vez nuevamente estoy solo esperando en mi soledad a ti, que siempre has estado dentro de mí y que jamás me has dejado y que de tanto buscar tal vez olvidé que vivías adentro...muy adentro mío.

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