martes, 28 de abril de 2009

Domingo 9:00 AM

Me recosté sobre el suave pasto del parque, respiré profundo y dediqué un tiempo a observar como los pájaros saltaban temerosos al verme plácidamente recostado. Poca gente pasaba por el lugar y la mayoría me miraba con desprecio. Al fin y al cabo ¿Qué pretendía hacer yo con mi mejor tenida, recostado sobre el sucio suelo? Nada, no pretendía hacer nada y pensando en eso sentí cada una de las hojas del césped hacer contacto con mi espalda. Fue como un masaje carmico que me recorrió entero. Observé las copas de los arboles alejarse y la luz sepia de la mañana colarse entre el follaje. Me incorporé sobre mis codos y miré el color de las flores. Brillaban como estrellas contentas y bailaban con los insectos que revoloteaban por ahí. Volví a recostarme sobre el ya tibio pasto y cerré los ojos. Una sonrisa se deslizo sobre mi cara.
Aun estaba muy drogado como para volver a casa.

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