El viejo lobo enfrentó su destino vestido de serenidad como toda su vida. Ocultó el conflicto en su barba plateada de viento, sus ojos cansados y salinos se encendieron en el reflejo del horizonte. Abajo el mar y su misterio, muñeca de luz danzante en un eterno sueño de amor. Arriba la tempestad, calmado impulso de realidad vestido de muerte y furia descontrolada. El marino sopeso su destino entre el mar-sueño y la tempestad-realidad.
Iré donde mi nave me quiera llevar- dijo sonriendo mientras miraba el único ojo azul en el cielo –es lo que un marino debe hacer-
La calma fue llenando sus hombros a medida que se amarraba al mástil…
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