martes, 28 de abril de 2009

El Camello de la Caravana

Parte I: El Camello y el Beduino

-¡Esto es inconcebible! ¡De una inoperancia absoluta!- dice y suelta un golpe firme con el puño sobre la mesa. Una taza de café tiembla y desde el centro se propagan onda con forma de anillo que se mueren al golpear la pared de la taza. La mañana relincha sobre las medallas del coronel y contrastan con su traje gris. La luz se cuela por el recodo de la venta, el único lugar que la cortina no puede tapar. Así como la realidad no puede tapar a la verdad.
- ¿Me esta escuchando Briones o le parezco un payaso?- dice con furia –es usted igual que los pajarones del Estadio Chile, todos impresionados con el pajarito del Víctor Jara ¡Por eso se vuelven pajarones por seguir pajaritos! Miré que dejar libre a ese come guagua comunista del Mímica, el Goyo ¡Si hasta nombre de delincuente tiene!- Yo estoy tratando de seguirle los labios al coronel, me cuadro ante él pero me mira con desprecio y escarba sus dientes mientras desvía la mirada por el recodo de la ventana. Estamos en una de las salas del sector sur del segundo piso del edificio de la EAO (Escuela de Artes y Oficios) que ha sido acondicionada como una escueta oficina. Están todas las ventas tapadas con gruesas cortinas y solo unos delgados rayos de luz se cuelan por la sala como si fueran parte de un caleidoscopio de luz. Solo estamos el coronel y yo, me ha mandado a llamar con urgencia por el asunto del Mímica, no se por qué. Se supone que debería estar encarcelado pero esta libre y el único que estaba en ese lugar en ese momento era yo. ¡Maldición! por qué tienen que andar encarcelando y matando a todo el mundo ¿No pueden simplemente echarlos fuera? mejor pienso en otra cosa. La sala es grande y con el techo alto, hay un estante con armas y un escritorio con una taza de café y un teléfono. El coronel me vuelve a mirar. Tiene la mirada tosca y oscura.
-¡Usted estaba en el Estadio Chile! ¡Cuénteme que ocurrió!-
-Fue una equivocación mi coronel, estábamos llamando a los detenidos por el toque de queda y llevándolo a sus casas y entonces llego el Mímica…- un rudo golpe volvió a sacudir la mesa y el café.
-¡No me diga más!- la expresión de su rostro me empieza a causar miedo, el coronel es un tipo rudo y llevado en sus ideas. -¿Acaso no chequearon los papeles?- me pregunta
-Si mi coronel, lo hicimos pero solo decía que era estudiante de la Universidad Técnica y alumno de la EAO- un nuevo golpe de puño interrumpe mi discurso.
-¡Pero que eso no le parece suficiente! ¡Este lugar esta lleno de comunistas! ¿No le dije ya que estamos llenos de pajarones? Usted adolece de falta de valor Briones, pero ya verá. Le voy a dar una lección que nunca…- el teléfono interrumpe con su ring-ring como si fuera una intervención divina. El coronel me mira fijo a los ojos.
-¡Conteste! ¡Que espera!- me dice y de un sobresalto agarro el teléfono y contesto.
-Aló- contesto -Buenos días-
-Buenos días- dice la voz en el aparato- ¿Está el coronel?-
-Es para usted…- le digo a mi superior acercándole el teléfono. El coronel me lo arrebata de las manos con un gesto rápido y seco.
-¡Es para usted! ¡Es para usted!- me dice con tono burlesco como si fuera mi hermano mayor riéndose de mi juguete nuevo roto. –Obvio que es para mí ¿para quien más podría ser?- dice y sonríe sarcásticamente. -¡Aló!-
“¿Como?”…”¿Donde?”…”Pero que imbécil, tráigamelo inmediatamente para acá”…”no me interesa lo quiero acá, ¿Entendió?” y cuelga el teléfono con fuerza.
-Te salvaste Briones- dice mientras cuelga el altavoz- Lo pillaron al Goyo, estaba en la casa de la polola. Me lo traen de inmediato para acá-. El coronel sonríe pero esta vez con satisfacción. -¡Pololeando estaba el perla!- dice usando el mismo tono de voz burlesco -¡Debería haber arrancado por su vida! Ahora me pertenece. Ya va a ver Briones como se trata con la escoria, ponga mucha atención… ¡y agarre bien ese fusil!- Agarro firme el fusil, me queda mirando profundamente con una sonrisa que le cubre la mitad de su boca.
El coronel me da cada vez mas miedo, parece fuera de sus cabales.
Debo mantenerme firme y no flaquear.
Sobretodo cuando llegue el prisionero.

Parte II: Un Infierno por Destino


La bala clavada en la pared aún está humeante igual que el orificio en el pecho del Goyo. El coronel guarda su arma como una joya, con delicadeza y esmero. Yo sigo congelado como un soldado de plomo. Congelado como el fusil en mis manos, como agujas de hielo que se clavan en mi piel. Que me queman al punto de querer arrojar mi arma al suelo. Pero sé que no puedo. No debo mostrarme débil nuevamente ante el coronel sino puedo terminar como el desgraciado agujereado delante mío.
-¿Aún tienen miedo Briones? ¿Vio que era fácil?-
-sssi…si, mi general-
-¡General! ¿Me subió el rango, sargento?-
Ahí me quedo mirándolo sin poder decir nada.
-¡Cobardes!- dice y se manda un trago largo de café –No se merecen este país ¿escuchó Briones?... ¡¿Me está escuchando soldado?!- dice con rabia.
Levanto mi mirada desde la mancha roja a los ojos del Coronel, respondo “si, mi Coronel” y con fuerzas golpeo mis tacos. Evito llevarme la mano a la sien por temor a que se me caiga el fusil. Tengo miedo y siento una tremenda vibración en mi estomago que me invita a gritar desesperadamente.
-Muy bien, ahora deshágase del bulto- me dice el coronel.
-¡Pe-pero como!- suelto de mis labios sin atinar a nada. El coronel me mira directo a la cara, tiene odio en sus ojos. El invierno vuelve a mí y las agujas.
-¿Tiene algún problema Briones? ¡Mire no me venga con huevadas! Si quiere lo tira al Mapocho, si quiere lo mete a un horno, si quiere se lo da de comer a los perros, pero no quiero volver a ver esa cara por acá ¿me entendió?-
-Sí mi coronel- responde de manera elástica un ser autómata desde mi interior.
El coronel se monta su gorra, abre la puerta y camina al umbral. Se siente un disparo a lo lejos y el coronel se lleva las manos atrás a la altura del plexo solar. Se agarra la muñeca derecha con la mano izquierda y hace esto mientras se balancea entre talón y punta de sus pies con un movimiento suave, armónico. Sonríe.
-Hágame caso Briones- dice mirando el infinito –si todo resulta bien tengo grandes tareas para usted…importantes, pero si no lo hace- el coronel gira su cabeza y mira de reojo mi cara -ya sabes usted- dice y se va caminando. Deja la puerta abierta y la luz de la mañana logra colarse por fin a la habitación. Ilumina todo un sector pero no donde esta el cuerpo inerte del Goyo.
¿Qué puedo hacer? estoy ahí parado frente al muerto peo no se que hacer. Pienso que lo mejor primero es ocultarlo. Voy donde esta la cortina tirada en el suelo, envuelvo su cuerpo con ella y lo arrastro hasta la puerta. A la salida de la sala hay un pasillo lateral desde el cual se accede a todas las salas del segundo piso. La escalera mas cerca está a unos siete metros desde ahí. Sigo arrastrando el cuerpo pero me arrepiento al ver que está dejando una estela de sangre tras suyo y mío también. Estoy en una complicación, el cuerpo aún sangra mucho ¡pero si ya está muerto por dios! Se que a nadie le importa pero no quiero que me vean culpable de tamaña crueldad, no quiero siquiera que la luz nos toque así que trato de moverme por la sombra. Tal vez logre alejarme de la mirada de dios. Decido cargar el cuerpo, el coronel me va a castigar cuando vea mi uniforme manchado de sangre pero es mejor eso a que me mate por dejar los pasillos regados de barbarie. Me cargo el cuerpo al hombro, está pesado y la mancha en su estomago comienza a delatarme profusamente. Empiezo a bajar la escalera, es angosta pero lo suficiente cómoda para bajar con el cuerpo. Tiene un descanso en la mitad y escalinatas que se cruzan. Me recuerda a Valparaíso, no se por qué. ¿Que hago con el cuerpo? no puedo seguir arrastrándolo porque mancharía todo el suelo. No puedo seguir cargándolo porque ensuciaría más mi uniforme. No puedo seguir cargándolo porque me ensuciaría más. Termino de baja la escalera y dejo el cuerpo en el suelo sobre el pasto del patio exterior. Las salas están ubicadas en un edificio colonial de forma rectangular y en el centro hay un patio común que comparten. En la esquina contraria a mi hay un pasillo que sale a un patio de luz y ahí se ve una carretilla. Cruzo el patio en busca de la carretilla y pongo el cuerpo del Goyo en ella. ¿Ahora que? debo deshacerme del cuerpo pero no se como, no puedo tirarlo al Mapocho como dijo el coronel es demasiado obvio, comienzo a moverme con el cuerpo en la carretilla, si me ven por las calles así no voy a pasar desapercibido, empiezo a odiar al socialismo ¡si no hubieran llegado nada de esto estaría pasando maldita sea! Dárselo a los perros ¿y como? Se demorarían días en terminarlo y los huesos enterrados por todo el patio atormentándome. No, debo deshacerme del cuerpo entero antes que su alma me encuentre. Meterlo a un horno, la carretilla golpea con una piedra y hace que el cuerpo cambie de posición y se acomode, meterlo a un horno que idea más estúpida, donde voy a encontrar un horno lo suficientemente grande para meter todo el cuerpo. Podría cortarlo en pedazo y meterlo en un horno de cocina pero no tengo valor para eso. No se que hacer.
Me detengo frente a un portón de madera y el destino pone delante de mí una placa de metal que dice “Fundición”. Dejo la carretilla afuera y me acerco a la puerta sigilosamente. Está entreabierta y adentro hay un galpón oscuro, caluroso. Al fondo hay un destello anaranjado y brillante que se cuela por una rendija de un armatoste que bien parece una cacerola gigante de bruja. “¡Un horno gigante!” me digo sobresaltado en el instante que siento una mano apoyarse sobre mi hombro derecho.
-¡Que esta haciendo acá soldado!- me pregunta un tipo curioso y atareado. Me doy vuelta y lo miro asustado, me mira le hombro manchado de sangre.
-¿Está herido?- me pregunta
-No, es solo un rasguño- responde nuevamente el autómata en mi interior
-¿Y esa carretilla? ¿Que trae usted ahí?- miro la carretilla y me doy cuenta que al golpear la piedra el cuerpo del Goyo quedó ubicado de manera que no se ve la mancha de sangre, vuelvo a mirar al tipo. Tiene uniforme pero encima trae un overol puesto. Usa guantes de cuero y suda profusamente. Anda sin gorra pero tiene una mascarilla de tela colgando del cuello.
-¿No traerá eso al incinerador? ¿Que es?-
-Ssson escombros…los manda el coronel- digo tratando de ocultar el remolino en mi interior
-Y que se ha crei… bueno no importa, ha llegado usted a tiempo porque es la ultima carga de la mañana- me dice y en ese instante suelto una expiración profunda. El tipo me mira con rareza.
–Aaah, pero no crea que lo voy a ir a tirar yo, ya suficiente he tenido limpiando todo este alboroto y ese agujero es un infierno así que yo le voy a abrir la... ¿Se siente bien usted?, está pálido…-
Me reincorporo, “si, me siento perfectamente” le digo con una sonrisa y es verdad, el destino me ha dado una oportunidad de liberarme del problema (aunque no se si el precio). Es una macabra oportunidad pero una oportunidad al fin y al cabo.
-¿Sabe? No se ve muy bien, mejor lo hago yo y usted vaya a la enfermería- me dice
-Nooo, estoy perfectamente- digo y tomo la carretilla por el mango –no podría estar mejor- digo para reafirmar mi posición pero inmediatamente me siento estúpido, me estoy delatando solo. El tipo me mira con desconfianza pero se nota que no le importa.
-lleve la carretilla al horno, yo me quedare acá para levantar la tapa y cuando le diga, arroje la basura adentro. Tenga cuidado de no tirar la carretilla y por el amor de dios tenga cuidado de no caerse usted…no me gustaría que algún cuerpo cayera dentro de eso-
Sonrío sarcásticamente y me apresuro a llevar la carretilla a su posición.
-¿Esta listo?- me pregunta el tipo.
-¡Por supuesto!- digo mientras veo como lentamente se descubre la tapa del horno.
-Después de esto me deberá usted una Pilsen- me dice con gracia.
-Después de esto le deberé una vida- le respondo en voz alta. Giro lentamente la carretilla y el cuerpo cae al horno. “Una vida pero no la mía” me digo en voz baja mientras veo como el cuerpo del Goyo se consume en ell infierno.

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